Lo vivido en los últimos días sin duda que representa, para el presente y el futuro de nuestro país, no solo algo histórico sino realmente trascendental. No se trata solo de que fue elegida y juramentada como presidente de la República la primera mujer en nuestra historia, sino las razones que han hecho posible esto: El rechazo abierto y casi universal a una forma de hacer Gobierno alejada del pueblo y centrada sobre acciones reñidas con la ley.
La gente se cansó de ver la prepotencia con la que se dirigían los destinos del país y sobre todo el cinismo con el que presentaban una realidad que por ninguna parte se veía más que en los “telepronters” de algunos de los discursantes. Eso le pasó factura a una institución política que no sólo se desgastó en el ejercicio del poder sino que abusó del mismo. Con ello se llevaron de encuentro a personas que, en otras circunstancias por su manera de proceder, hubiesen tenido otro destino. Es cierto que el discurso inaugural de la señora presidenta es más intencional que programático, pero nos deja el buen sabor de un proyecto, que sin caer en la ideologización del mismo y un consecuente revanchismo, puede hacer mucho bien.
Lo primero que espero comprendan todos los que ahora son Gobierno es que no se puede, bajo ninguna circunstancia, pensar que retoman el poder con la mentalidad de junio del 2009 o peor aún para continuar los proyectos que allá se planteaban. Eso significaría, a mi juicio, quedarse hablando de la “Década corrupta de la dictadura”, pero ignorando que podemos empantanarnos en discusiones que no harán sino agravar muchísimo más nuestras ya deterioradas relaciones internas. Sinceramente me ha preocupado muchísimo el que la promesa de ley no la haya realizado el ingeniero Luis Redondo.
No porque tenga yo claro cuál de las dos juntas del legislativo es la legal y legítima, porque no soy abogado, pero la sensación que me da es que ni los del ejecutivo lo tienen claro y por eso recurrieron a una jueza del estado. Eso, a mi juicio, pone en precario todo lo que se está haciendo por unir la familia hondureña. Es urgente que el problema del Poder Legislativo se resuelva. No es un asunto de esperar hasta que este o aquel grupo se cansen o que los ahoguen en base a falta de transferencias. Es un tema de si, en el órgano de discusión y dialogo por excelencia que deben ser los parlamentos, eso no ocurre, estamos camino a una nueva forma de absolutismo producto de un inmovilismo de los que enfrentados pueden estar jugando a dos aguas y enlodándolo todo. Del discurso tendremos que hablar con calma. Hay muchas cosas que más parecieran de campaña que de Gobierno y con eso no juzgo sino que señalo, porque nuestra esperanza como país, está en gran parte en que la presidenta tenga éxito en su gestión.