Reflexión | Planes

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

En estos días nuestras parroquias, sus sectores y las demás dependencias que forman la Iglesia estamos realizando jornadas de planificación para este nuevo año. Algunos que, gracias a Dios ya no es la excepción, sino una norma generalizada. Esta práctica la venimos haciendo cada año al final del año. Es sano siempre conducirse teniendo como fundamento una cierta planificación estratégica.

Dicha planificación estratégica nacida de la evaluación, franca y transparente, nos ayuda no solo a corregir los errores que se puedan haber cometido en el pasado sino a reconocer las fortalezas con las que se ha contado para potenciarlas y llevarlas a un nivel superior. Hay algunos que juzgan incluso la planificación estratégica como algo inútil, e incluso, he escuchado alguno decir que aquellos que les gustan los planes de pastoral sencillamente son personas que necesitan inflarse el ego con una serie de papeles que al final no dicen nada ni realizan nada.

Como creo que no tengo problemas de ego y si los tuviera, lo que haría sería irme a confesar, a mí sí me parece muy importante el que en toda institución, cuanto más en la Iglesia, seamos capaces de hacer las cosas en orden, con objetivos claros y evaluables, con metas y con responsables bien definidos. Pienso, para el caso, en lo que comenzaremos a vivir en estos días, a nivel nacional, cuando la Comisión Nacional de Pastoral animada por las sugerencias del señor presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor José Vicente Nácher, nos está pidiendo que de nuevo nos dispongamos a trabajar en pequeños grupos, el Informe de Síntesis de la Asamblea Ordinaria del Sínodo que se realizó en octubre pasado. Si estos diálogos, discusiones, no tuvieran una metodología precisa y si no se dispusiera unas fechas límites para llevar a cabo dicha consulta, todo se diluiría y eso tampoco es hacer sinodalidad.

Para poder caminar juntos, es decir, para vivir la sinodalidad, tenemos que tener claro para dónde caminamos, qué perseguimos con este caminar juntos, qué pretendemos alcanzar al caminar juntos. Bien es cierto, que quien define y marca los pasos de lo que hacemos o debemos hacer, es el Espíritu Santo. Pero si hay algo que yo tengo bien claro es que, Dios es un Dios de orden y el desorden jamás justificará una acción del Espíritu que, muy al contrario, sobrevuela el caos y pone orden al caos. Si hacemos un análisis detallado de la manera como procedemos, en general y por ejemplo en nuestro país, vemos cómo las instituciones que respetan lo que se planifica tienen más éxito y más credibilidad mientras que aquellas que presentan de manera, llamémosle romántica, sus supuestos éxitos o sus supuestos planes, no llegan muy lejos. Saber hacer buen uso de los recursos y saber distribuirlos de manera racional y no de forma política, siempre tiene buenos resultados.

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