Reflexión Padre Juan Ángel López | Roberto Camilleri | “Creo que su corazón bueno nunca logró entender el nivel de corrupción y ventajismo que nos envuelve”

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La primera vez que me encontré con Roberto Camilleri Azzopardi fue cuando él se desempeñaba como director del Colegio San Francisco. Siendo yo exalumno del San Miguel había muchas razones y bromas de por medio que no sabía yo si era menester evitar o promover. Realmente no sabía que las aceptaría y hasta las seguiría, a su manera.

Roberto era un obispo. De aquellos que han bendecido nuestra tierra con el corazón a dos ritmos: como misionero y como religioso. Es decir, saldría mejor decir que era un obispo franciscano y eso ya sintetizaría mejor su vocación y su vida.

No es el momento para escribir su biografía. Habrá tiempo, más adelante, para pasar por el tamiz de la rigurosidad histórica todas sus acciones, su don de pastor, su cercanía con los más necesitados y su profundo amor a la Iglesia a la que tan bien sirvió.

Recuerdo muy bien, alguna de las bromas que nos gastábamos cuando invertía mucho de su tiempo en la construcción del templo de la colonia Tiloarque, la ahora parroquia del Espíritu Santo. Más allá de pensar en instalaciones para el servicio de los diferentes grupos y comunidades lo que tenía en el corazón era la construcción de una casa lo suficientemente grande como para albergar a una comunidad religiosa pero sobre todo, a un grupo de estudiantes al sacerdocio.

Hasta recuerdo haberle molestado pensando que lo que querría construir era un seminario menor. El Señor le tenía preparado otros planes y ya, como obispo de Comayagua, demostró que efectivamente su preocupación por la formación de los futuros sacerdotes estaba bien anidada en su corazón.

Cuando fue nombrado auxiliar de Tegucigalpa, creo que si no todos, la inmensa mayoría, sabía que no había sido nombrado para quedarse aquí sino para sustituir eventualmente a alguno de los obispos de las otras diócesis. De hecho, creo que siempre nos sonó que terminaría en Comayagua, sustituyendo a monseñor Scarpone.

Cuando aquel 2004 la Santa Sede hizo lo que esperábamos, me alegré muchísimo porque sabía que, aunque nosotros en Tegucigalpa perdíamos mucho con su salida, aquella diócesis hermana, históricamente tan importante, saldría muy beneficiada.

Sus casi 20 años como obispo en Comayagua vieron su pujanza, determinación y clara visión pastoral. Estoy convencido que de todo eso, saldrán muchos buenos frutos y la semilla sembrada con tanta dedicación, siendo que era muy buena, no se desperdiciará.

Me viene a la mente las ocasiones en las que hablamos de la situación del país, tanto antes que fuese nombrado como presidente de la Conferencia Episcopal, como después. Creo que su corazón bueno nunca logró entender el nivel de corrupción y ventajismo que nos envuelve. No iba él a vociferar nada, propio de un franciscano, pero eso no significa que su amor por esta tierra que le adoptó le impidiese captar lo doloroso de lo que nos ha y está pasando.

Sí está claro que nuestra meta es el Cielo, Roberto Camilleri, franciscano, misionero, obispo, vuela alto y desde ahí rogamos que no se olvide de interceder por nosotros.

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