En el momento en el que escribo estas líneas, acabo de concluir la Santa Eucaristía y la primera lectura que correspondía a este día está tomada del libro del Eclesiastés. La visión pesimista del autor, apoyada en una visión cíclica de la historia, le lleva a decir que “no hay nada nuevo bajo el sol“. Sin duda, algunas personas que han vivido en México la experiencia de los últimos terremotos, creerán que esto es así, se está repitiendo la historia. Igualmente, algunas de las personas que viven en las orillas del río Ulúa, así como la de tantas quebradas y riachuelos que se han desbordado en estos días en el occidente, centro y norte del país, podrán terminar creyendo que se trata de algo que ya había pasado, de algo que sencillamente se vuelve a repetir.
Más allá de la tragedia, que todo esto implica no solo por la lamentable pérdida de vidas que todo esto conlleva, además de la pérdida de los bienes materiales, genera una sensación de impotencia, de frustración y de desesperación. Si a esto le sumamos la tragedia de lo que han estado viviendo los hermanos de la colonia Guillén y sus alrededores, la sensación de impotencia crece a niveles exponenciales. Una señora me escribía precisamente en estos días a partir de todo esto: “Padre, yo entiendo que Dios no es responsable de todo esto que nos está pasando, pero es tan grande el dolor que siento que no sé cómo responderle a mis familiares, mis hijos que me han dicho ¿De qué te ha servido tanta rezadera?” Frente al mal, cualquiera de las formas que él adopte, ya sea en una enfermedad, en una catástrofe climatológica o en una crisis familiar, siempre levantará la eterna pregunta que nos hacemos los seres humanos de: ¿Por qué Dios lo permite? El misterio de la Cruz está evidentemente detrás de cada dolor, de cada problema, de cada fracaso.
No es espiritualizar o quitarle el carácter de compromiso que nos genera cada nueva crisis, pero debemos de entender que sin el sentido del sin-sentido de la Cruz, es imposible enfrentar estos retos. Muy cierto es que si seguimos perdiendo el tiempo acusando a los que estuvieron antes por su corrupción y su ineptitud para concitar soluciones a los grandes problemas del país, nos vamos a desgastar en lo que no aprovecha en lo más mínimo. Los personeros del Gobierno que no han entendido que ya son Gobierno y que se la pasan en Twitter sin superar la mentalidad de campaña, sería bueno que se ocupasen en serio de aquello para lo que se les ha designado. La situación que se está viviendo reclama de un cambio de mentalidad y de mucha seriedad. Que si hay algo de lo que quejarse pase a los tribunales y ya.