Reflexión | La Pascua vence el caos

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Pascua, pasar, caminar, avanzar, confiar… ¡creer y esperar! La belleza de la Pascua no entra en discusión para quienes hemos renacido de lo alto, gracias al bautismo que nos ha salvado y que nos ha sumergido en la vida de la gracia en la Vida de aquel que ha dado su vida por nosotros, y en el cual, encontramos la razón y el sentido de lo que somos y hacemos.

Es por eso que, celebrar la Pascua es celebrar nuestra esperanza, nuestros anhelos y la certeza de que la muerte, ni nada de aquello que la provoca, podrá jamás vencer a los que hemos puesto nuestra confianza en aquel que ha vencido a la muerte. Los signos de muerte que, lamentablemente, están acompañando los últimos meses de nuestra historia patria con la promulgación de leyes contrarias al valor de la persona humana, nos invitan a renovar y reforzar nuestra fe en Cristo Resucitado.

Algunos, piensan que la Iglesia debe enfrentarse de manera casi violenta, a los poderes de este mundo como si se tratase de qué para defender la verdad tenemos que imponerla. La verdad sobre el ser humano, sobre cada ser humano, la verdad sobre toda realidad y la respuesta a los conflictos más grandes de la humanidad sólo se encuentra en el misterio de la cruz. Solo aquellos que quieren justificar su proceder errado y sus vacíos descomunales, se atreverán a justificar sus prácticas en un proceder que se reduce a las sensaciones vividas de manera parcial y egoísta, dejando de lado el valor del otro.

Nuestra lucha por defender la vida en todas sus formas, con las armas de la verdad y el respeto, apenas comienza, y como me lo ha señalado alguno de los expertos en el proceder legislativo de los que detentan el poder, su agenda no tienen miras a lograr una sociedad más justa y realmente equitativa, sino solo responder a posturas ideológicas que mantengan crispados a los diferentes actores y grupos de nuestro país. La enfermedad que padecen algunos de estos dirigentes, más allá de la mitomanía, es que tienen una personalidad caófila.

Les gusta promover y vivir en el caos. A los caóticos se debe responder desde el orden del amor, porque más allá de sus errores de cálculo elemental, son expertos en medir las cosas solo para su provecho. Se denominan salvadores y cuasi redentores de un caos que ellos mismos provocan y sostienen. El misterio de la Pascua que celebramos no tiene pues solamente connotaciones litúrgicas, sino que obliga y compromete a dar respuesta a las crisis que concretamente enfrentamos cada día. Nuestra respuesta no es nuestra, es la de Aquel que nos envió como “ovejas entre lobos”, a no “resistir al mal”. Que la Pascua nos cambie personal y comunitariamente. Nos ordene y nos libere de querer vencer al mal con más mal, porque al mal sólo se le vence, a fuerza de bien.

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