Reflexión | La misión Pascual

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

La Pascua debería ser siempre un volver a empezar, un renacer de la esperanza y una certeza firme que la muerte y el dolor, no han tenido ni tendrán la última palabra. Lamentablemente, parece que no se han enterado de ello, algunos de los que se dicen cristianos y hasta se echan sus buenas bendiciones al final de sus discursos, pero solo se hacen llamar así, porque no lo son. Vivimos en un mundo increíblemente complejo en el cual el sentido de la Pascua va diluyéndose a causa de la poca fidelidad de los que estamos llamados a ser testigos y que hemos convertido con mucho, la transmisión del mensaje de alegría Pascual, en una serie de celebraciones litúrgicas, que, aunque tienen un inmenso valor, no son suficientes para llevar adelante la misión que directamente el Señor nos encomendó.

Precisamente, sobre esto, se reflexionaba grandemente en la Octava de Pascua, porque el final del evangelio de Lucas es sumamente claro al recordarnos que la misión encomendada a la comunidad cristiana parte del anuncio del triunfo de Cristo sobre la muerte, pasa por el llamado a la conversión, para el perdón de los pecados, y es un mensaje que debe extenderse a todos los pueblos y a todas las generaciones. Hablar de Cristo, nunca ha sido realmente difícil. Hablar con Cristo y vivir según Cristo, es lo complicado, lo necesario y lo que Él mismo nos pidió. Leyendo algunas de las publicaciones de estos últimos días me sorprendía gratamente, escuchar que en muchos de los países de la Europa occidental que fueron pilares por siglos del cristianismo, este año aumentó el número de los bautizados adultos en la vigilia de la Pascua.

Claro, más allá de alegrarnos por la conversión de algunos hermanos venidos de otras religiones, los cierto es que muchos de los que se hicieron bautizar esta Pascua sencillamente no fueron bautizados cuando eran niños. De ahí la necesidad, lo que repetimos hasta la saciedad, de familias realmente cristianas que sostengan, acompañen y promuevan la fe de los suyos. Sin embargo, ha habido una publicación que me ha impactado grandemente. Se trata de una investigación realizada en los últimos meses, en primer lugar para las iglesias nacidas de la reforma protestante. De entre las preguntas que se les formuló a estos hermanos que participaron de dicha encuesta, se les preguntaba: ¿cree usted que Cristo es la primera y más importante criatura de Dios? Cerca del 73%, respondieron que sí.

Llamarse cristiano creyendo semejante herejía, no sólo raya en lo absurdo, sino que es profundamente alarmante. No quiero que nada de esto, sea visto como una crítica, al contrario. Fueron los mismos defensores de la doctrina que se sintetiza en aquello de que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, los que promovieron la celebración de la Pascua como el punto clave para comprender que el triunfo sobre la muerte, no fue un asunto de ayer, sino una verdad que se actualiza en nosotros.

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