Reflexión | Hitos

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Comienza una nueva etapa en la historia de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, así como lo ha sido para la diócesis de San Pedro Sula, ahora Arquidiócesis, hace unas semanas atrás. Podríamos hacer el balance de lo vivido como arquidiócesis en los últimos 107 años y claro que nos encontraríamos con la gratísima sorpresa del aumento de los sacerdotes y de las estructuras pastorales en nuestra diócesis. Sin embargo, también tenemos que apuntar que los retos han aumentado casi al ritmo de lo que aumentado la población a nivel nacional. La arquidiócesis que se le confía a Mons. José Vicente Nácher es, me atrevo a decirlo, abismalmente diferente a la que recibió en su momento Monseñor.

José María Martínez Cabañas o la que recibió el primer arzobispo vicentino Monseñor Agustín Hombach. Esto serán, sin duda, días muy intensos, trabajados y cargados de encuentros en los que el pastor intentará escuchar y conocer mejor al rebaño que se le ha confiado. Igualmente, nosotros, empezaremos a conocer a este pastor que la Providencia nos ha regalado. El pastor y el rebaño forman una simbiosis que más allá de las responsabilidades, del “munus” apostólico, implica una necesidad mutua porque es evidente, que no puede existir un pastor sin rebaño y un rebaño sin pastor, es un sinsentido.

Quiere Dios que el inicio del ministerio Episcopal de Monseñor José Vicente Nácher sea en la solemnidad de la Anunciación de Nuestra Señora. A mí esto me parece increíblemente providencial. Durante siglos, el 25 de marzo fue para una buena parte de la iglesia el inicio del año, civilmente hablando. Por otra parte, viene a mi memoria las palabras que se dirigieron a Monseñor José María Martínez para el 25 de marzo de 1916 por parte de la Nunciatura apostólica, cuando la creación de la primera provincia eclesiástica del país se topó con dificultades extremas nacidas de la visión reducida, ideológica y partidista de los que en aquel momento gobernaban. No pretendo hacer ninguna comparación con lo que ahora nos está pasando, porque aunque el enfrentamiento, llamémosle así, de alguno de los proyectos del gobierno contra la doctrina social y la visión antropológica de la Iglesia, nos duele muchísimo y genera un alto índice de preocupación por el rumbo que toma nuestro país, es necesario ampliar los espacios de diálogo y esperar que todos estemos dispuestos a escuchar, no a imponer.

De las primeras palabras del señor arzobispo a la prensa quiero destacar precisamente esa insistencia en la que en su corazón no existe sino una posibilidad de dialogar de encontrarnos, de proponer más que señalar. Hace poco leía por ahí, uno de estos comentarios jocosos que de repente nos aparecen en las redes sociales. En él, el autor le pedía a Dios: por favor Señor no quiero seguir viviendo experiencias históricas.

Haciendo referencia a la pandemia, a la guerra en Ucrania que muy bien el Papa ha llamado, III guerra mundial. Por mi parte, me encanta vivir estos momentos históricos de nuestra Iglesia hondureña y por lo pronto, nos faltan todavía dos más, con la toma de posesión de mi querido hermano, Monseñor Teodoro en Choluteca y la de mí querido compañero Jenry Ruíz en Trujillo. Dios bendiga abundantemente nuestra iglesia hondureña.

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