Reflexión | Guacaleados

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

La semana pasada escribí en esta misma columna que Honduras se escribe en una lágrima y se describe en una lágrima. Sin embargo, esta semana habrá que añadir que Honduras también se puede escribir en una mueca. No crean, bajo ninguna circunstancia, que con esto estoy queriendo despreciar o burlarme de la patria que amo con todo el corazón. Es increíblemente doloroso como nuestros líderes, que realmente deberían de tener el apelativo de seudo líderes, se burlan de la sencillez de nuestra gente.

A mí me parece que no es un problema de cerebro, de estudios, de academia, porque por el contrario debo admitir que son increíblemente astutos, sino que es un problema del corazón. El circo en el que constantemente nos vemos envueltos, está llegando, una vez más, a niveles que no es que rayan en lo absurdo sino en lo absolutamente deprimente. Hubo poquísima o nula seriedad cuando nos mandaban a hacer “viernes de relax” o cuando nos recetaban “té de valeriana”, como la hay ahora. No es a los espíritus a los que hay que tenerles miedo sino a los que se la dan de espirituales y confunden la fe con una caricatura de lo sagrado.

En un guacal nos han metido a todos, desde hace tiempo, los políticos de profesión de nuestra tierra. Piensan y lamentablemente con nuestra manera de proceder algo de razón tienen, que no somos seres pensantes, que estamos dispuestos a reírnos siempre de sus “listas” o de sus folclóricas maneras de proceder.

Estas actitudes circenses no se deben tolerar más. Una cosa es bromear y eso es más que bienvenido y otra cosa es que se nos distraiga, una y otra vez, con papelones que lo único que sí debemos reconocer es que se superan unos a otros en una eterna vaciedad de sentido y de seriedad. Honduras tiene problemas muy serios que debe resolver y se necesitan personas serias para ello. Lo único que pedimos a nuestras autoridades, es que nos tomen en serio, que no piensen que con esas salidas populistas vamos a tragarnos el inmenso descontento que arrastramos por décadas.

Lo peor del caso, lo admito, es que yo debería de estar escribiendo esta columna hablando ya del tema del matrimonio y la familia dado que estamos entrando en el Mes del Matrimonio y la familia. Sin embargo, también es muy cierto que nuestra familia hondureña está carente de padres y madres responsables que busquen conciliar a esta familia y no dividirla más. Ruego a Dios, que la única “limpia” de la que nos ocupemos, sea la de la conciencia de aquellos que nos dirigen para que procedan con pulcritud en el adecentamiento de las instituciones del país. Más que limpiar objetos o espacios hay que dedicarse a limpiar el corazón y la rectitud de intención. Para eso, no se necesita ruda u otras hierbas, sino humildad frente a Dios.

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