Reflexión | Dilexit nos II

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

El primer capítulo se abre con la contemplación del Corazón de Cristo como revelación del amor de Dios. El Papa Francisco recuerda que “Dios nos amó primero” (1 Jn 4, 19), y desde esa premisa interpreta la espiritualidad del Sagrado Corazón no como una devoción sentimental o secundaria, sino como una clave central del misterio cristiano. Subraya que este amor tiene un rostro concreto: el de Jesucristo, quien en su humanidad asumida expresa el amor trinitario en gestos, palabras, miradas y, sobre todo, en su entrega total en la cruz. Así, el Corazón traspasado del Señor es el signo visible de ese amor invisible que redime y da vida.

El Papa traza luego un recorrido teológico-bíblico sobre cómo este amor se ha manifestado desde la creación, pasando por la historia de Israel y culminando en la encarnación del Hijo. Francisco insiste en que el cristianismo no es una ideología o un conjunto de normas, sino el encuentro con un Amor que transforma. El Papa Francisco, de hecho, se pregunta por la validez del uso del corazón como punto de referencia en nuestro mundo actual. Al hacer ese bello recorrido, señala como con el paso del tiempo, se ha desvirtuado el sentido bíblico de lo que el pueblo de Israel comprendía sobre el corazón.

Es decir que, lamentablemente, aquello que la palabra de Dios pretendía enseñarnos al hacernos comprender, que el corazón es el espacio de las decisiones, de la inteligencia y de las relaciones equilibradas, se fue perdiendo con el paso del tiempo, y, sobre todo, a partir de la concepción romanticista de los pensadores franceses del siglo XVIII. Por eso, contemplar el Corazón de Cristo no es solo un ejercicio devocional, sino una escuela de vida que nos introduce en la dinámica del don, del perdón y de la misericordia, especialmente necesaria en un mundo marcado por la indiferencia, la violencia y la fragmentación del corazón humano.

Finalmente, el capítulo concluye recordando que esta experiencia del amor de Cristo no es privada ni intimista, sino eclesial y misionera. El Corazón de Jesús llama a la Iglesia a ser reflejo de ese amor, a salir al encuentro de los heridos, de los que sufren, de los que han perdido la esperanza. Así, el Papa invita a redescubrir la riqueza espiritual del Sagrado Corazón como fuente de renovación para la Iglesia y como respuesta profética al mundo contemporáneo, profundamente necesitado de ternura y verdad. Si lo analizamos, cuando se dieron, las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María, el extremo era otro. En un afán meramente rigorista e inspirados por el mundo calvinista, algunos pensadores franceses del siglo XVII, prácticamente negaban la humanidad de Cristo. Dicho de otra manera, el Corazón de Cristo, que es al mismo tiempo humano y divino, no atenta contra la humanidad del redentor, sino al contrario, la explícita, la hace más cercana a nosotros.

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