Reflexión | 80 años

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

He tenido la inmensa bendición de que los últimos 35 años de mi vida los he pasado bajo la sombra de una figura portentosa como lo es el señor cardenal, don Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, a quien considero, no solo como un extraordinario maestro, guía y modelo, sino como un verdadero papá. Concluimos este año 2022, sabiendo que nuestro señor arzobispo, al haber alcanzado la dignísima edad de 80 años, ya no podrá participar en un futuro cónclave. Sus enemigos verán eso como una oportunidad para desacreditarlo y probablemente llegarán, incluso las burlas, de aquellos que jamás podrán llegarle ni siquiera al tobillo al señor cardenal.

Hace unos años, platicando con él sobre este tema, me decía con una sonrisa increíblemente amplia que él no quería nunca más volver a participar en un cónclave, porque eso significaría que el Papa Francisco había sido llamado a la presencia del Padre y, lógicamente para un sacerdote, para un obispo y para el primer cardenal de la historia de Honduras, la oportunidad inmensa que ha significado el trabajar al lado del Papa Francisco a lo largo de la última década, es motivo de un profundo orgullo y de la certeza que se ha gestado para el bien de la Iglesia un proyecto que por mucho que intenten tumbarlo, no ocurrirá, porque lo que se ha buscado es hacer que la Iglesia nacida del corazón de Cristo, refleje la voluntad de su Señor.

Algún día, si el Señor me lo permite, dedicaré una buena parte de mi tiempo a escribir la biografía del cardenal Rodríguez. Estoy seguro que en mucho me sentiré como escribiendo una parte de las Memorias Biográficas de Don Bosco, la biografía del Cardenal Cagliero y de un apóstol incansable como San Pablo. Quienes hemos trabajado de cerca, en algún momento, con el cardenal nos habremos dado cuenta que llevarle el ritmo es sencillamente imposible.

No se trata de adularle o de herir su modestia, es que es la más pura verdad. Nunca he entendido como es posible que como dicen las viejitas: “esté en todo”. Definitivamente, no es que tenga una mente prodigiosa que le haya llevado a ser políglota, músico, piloto, maestro de química, de moral y no de otro montón de cosas que no quiero señalar aquí, pero que podrían resumirse en sus mil y un cargos desempeñados a nivel nacional, latinoamericano y mundial. Detrás de todo esto solo puede estar Dios.

Sin el auxilio de María y sin su amor profundo por el Papa y la Iglesia, nada de lo que ha sido y es, sería posible. Hace ratos que tenía el derecho, por ley canónica de retirarse, pero gracias a Dios, sigue al frente de nuestra arquidiócesis y casi me atrevería a decirles que con muchos planes en el corazón. De lo mejor que ha producido nuestra tierra y nuestra Iglesia. Quiera Dios que podamos pagarle tanta dedicación al menos aman- do a la Iglesia y al Señor Jesús, como le ha amado él.

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