De igual manera se nos da la oportunidad de poder servir dentro de los diferentes ministerios litúrgicos, es por ello que le explicaremos quienes pueden ser parte del equipo de liturgia y leer en la Eucaristía.
“El oficio de proclamar la Palabra de Dios dentro de la celebración eucarística es muy importante, ya que quien lo hace, se convierte en el canal por el que Dios transmite su mensaje a la feligresía congregada en el templo. Por ello, es necesario contar con ciertos criterios para la designación de los lectores”. Señalo Abrahám Gálvez, Seminarista de la Arquidiócesis, de I de Teología.
Competentes
En orden de precedencia, están aquellos laicos que han recibido el ministerio del Lectorado, siendo instituidos por el Obispo con la misión de proclamar las lecturas en cualquier oficio litúrgico; por lo general este ministerio lo reciben los seminaristas a partir del III año de Teología, pero al ser un ministerio laical puede ser recibido por cualquier seglar, y con la reforma más reciente pueden acceder a él también las mujeres.
En caso de no haber lectores instituidos (lo más común), entonces debe prepararse a laicos y laicas que demuestren un alto grado de compromiso en sus respectivas parroquias y, además, que posean gran facilidad para leer con las debidas pausas y entonaciones de la voz frente a una asamblea. Importante también que lean los textos en casa para asegurarse de ellos y no ir al ambón a proclamar algo distinto.
Errores
Pero también al momento de ser parte de este tan importante servicio, se dan ciertos errores, por lo que es necesario tomar en cuenta algunas recomendaciones; “Evítense ciertas <<muletillas>> o vicios de muchos lectores, como: <<primera lectura>>, <<esta es Palabra de Dios>>, etc. Incluso, el Salmo Responsorial (si no es cantado) debe ser proclamado por un lector distinto y, de la misma forma, evitar frases como: <<al salmo responderemos>>, <<a la lectura escuchada todos responderemos>> o invitar a la respuesta diciendo <<todos>> al final de cada estrofa”, continuó explicando el seminarista, Abrahám Gálvez.
A continuación vera la lista de los errores más comunes al momento de leer en la Misa:
- 01- Leer sin preparar previamente la lectura.
- 02- No cerciorarse, con la debida anticipación, de que el micrófono este encendido, ni saber a qué distancia debe usarse.
- 03- Ir vestido (a) en forma inconveniente.
- 04- No leer desde el ambón, que es el lugar de la Palabra de Dios.
- 05- No estar de pie en forma correcta, sino balanceándose o haciendo otros “ticks”.
- 06- No cuidar que el micrófono esté en la dirección y distancia debidas.
- 07- Dirigir la lectura mirando al ambón o al libro y no al pueblo, a la asamblea.
- 08- Cuando se equivoca no se debe decir “perdón”. Se debe seguir la lectura con toda normalidad.
- 09- Decir “perdón” distrae a la asamblea y queda en evidencia que NO se ha preparado la lectura,
- 10- Decir: “Primera Lectura” o “segunda….” y la frase que sigue (lo que está escrito en rojo).
- 11- Leer con prisa, en forma confusa, sin proyectar la voz.
- 12- No repasar las palabras de difícil pronunciación. Por ejemplo: Escapan – escupen.
- 13- Deuteronomio – Deuteromomio. Nabucodonosor – Nabudonosor, Gálatas – Galafas. Hebreos – ebrios, Judit – Yudit. Rama – rama. Tesalonicensetás ~ Tesaionienses.
- 14- No hacer las debidas pausas entre las frases y los párrafos.
- 15- Decir las palabras y no el mensaje que se proclama. No saber de qué mensaje se trata.
- 16- No dar tiempo a que el mensaje penetre en los oyentes; no hacer un espacio de silencio después de cada lectura.
- 17, No hacer una pequeña pausa entre el fin de la lectura y el anuncio de que la lectura ha terminado: “Palabra de Dios”.
- 18. Terminar la lectura diciendo “esta es la Palabra de Dios”. Error muy común… La fórmula es: “Palabra de Dios”.
- 19. Leer, la misma persona, el Salmo responsorial, que normalmente debe ser dirigido por otro miembro de la asamblea: salmista, cantor, etc. (o al menos leído por otro lector del equipo de liturgia).
- 20. Leer de las “hojas del domingo” y no del Leccionario Dominical.
- 21. Leer con la cabeza inclinada hacia abajo… Leer con la cabeza alta. La voz resulta más clara y el tono más elevado. También así se puede mirar más fácilmente a la asamblea. Si es necesario, se puede tomar el Libro levantándolo, para no tener que bajar la cabeza.
- 22. No mirar a la asamblea. Los ojos no han de estar fijos todo el tiempo en el libro, sino que de vez en cuando hay que levantarlos y dirigirlos con tranquilidad a los que nos escuchan. Eso crea el clima de comunicación necesario para una buena lectura.