Esta es una interrogante que regularmente hacen aquellas personas ajenas a la fe católica o quienes buscan el sentido más profundo del sacramento de la Confesión. Para responder a esta inquietud, el Presbítero Juan Antonio Hernández, formador en el Seminario Mayor, expresa que uno no se confiesa en razón de la persona que está enfrente, sino que es un acto tan profundo y de tanta cercanía con Dios que quien escucha no puede representar más que la misericordia. “No es el sacerdote que me absuelve, es Dios mismo quien me absuelve y me consuela” aseveró el sacerdote.
Escrituras
Jesús mismo quiso que se buscará el perdón de los pecados tal como lo mencionan las escrituras en el Evangelio de San Juan, cuando a los discípulos les dice: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.
San Pablo afirma en la segunda carta a los Corintios que “Dios nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió́ el ministerio de la reconciliación”. Es por ello, que el Padre Hernández advierte a los sacerdotes que el confesionario no se convierta en una sala de tortura. “No esperen que van a ser juzgados, esperen que van a ser tratados como hijos, por un Padre que los ama” dijo. Según expertos, otra de las razones por las que, si se debe buscar la confesión, es por el efecto sumamente sanador, además, hay que recordar que este sacramento no depende de la santidad del confesor.
Sigilo sacramental
El Catecismo, en su numeral 1467, habla sobre el sigilo sacramental que deben guardar los confesores y deja claro que “La Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes”.
