La prudencia es un valor moral que, de conformidad con las Escrituras, «dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo»(Catecismo IC, 1806). La prudencia es una de las cuatro virtudes, junto a la justicia, la fortaleza y la templanza, que son llamadas cardinales, debido a su etimología latina (significando que alrededor de ellas giran todas las demás). En el lenguaje bíblico, el hombre prudente es un ideal de vida, al que suele llamarse “sensato” y al imprudente “insensato” o bien “necio”. Recuérdese, por ejemplo, la parábola de las diez vírgenes, cinco sensatas, que tenían provisión de aceite, y cinco insensatas, que no la tenían (Mt 25, 1-13).
Hay dos ámbitos donde habitualmente podemos encontrar a los hombres y mujeres prudentes: en el del habla y en el de la anticipación. El prudente habla cuando las palabras construyen más que el silencio. El necio habla continuamente, y con frecuencia se equivoca. Encontramos numerosas referencias, sobre todo en los libros sapienciales. Las siguientes son de Proverbios:
«En las muchas palabras no faltará pecado; quien reprime sus labios es sensato» (Prov 10, 19).
«El necio tiene por recto su camino, pero el sabio escucha los consejos» (Prov 12, 15).
«El corazón del sabio hace circunspecta su boca, y aumenta el saber de sus labios»(Prov16, 23).
«Hasta al necio, si calla, se le tiene por sabio, por inteligente, si cierra los labios» (Prov 17, 28).
El prudente es también previsor, planifica, se prepara, anticipa la dificultad, lo que le convierte en excelente administrador. En el mismo libro de proverbios se hace el elogio de la mujer prudente, destacando sus acciones para el bien del hogar: «Se busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes. Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión. Se levanta cuando aún es de noche, da de comer a sus domésticos y órdenes a su servidumbre. Hace cálculos sobre un campo y lo compra; con el fruto de sus manos planta una viña. Se viste de fuerza y dignidad, y se ríe del día de mañana. Está atenta a la marcha de su casa, y no come pan de ociosidad» (Prov 31, 3.14-16.25.27).
El Señor Jesús hace elogios de la prudencia, como el caso de las 10 vírgenes, y en otros pasajes.
«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena» (Mt 7, 24.26). Y en otra ocasión: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá» (Lc 12, 36-37).
Y hablando de nuestros políticos, con la salvedad de algunos prudentes, constatamos que sobreabundan los discursos necios y las afirmaciones insensatas. Desearíamos que moderaran su lenguaje y aquietaran su interior, pues “de la abundancia del corazón habla la boca”. Y en cuanto a encontrar algún candidato previsor, no perdamos la esperanza; aunque por ahora no se escuchan los planes integrales de gobierno. Confiemos en que nos expliquen qué problemas atenderán prioritariamente, cómo y con qué recursos. Entonces podremos ir a votar y a elegir, confiando, no en colores, ni en canciones plagiadas, ni en bailes esperpénticos, sino en planes serios, con datos confiables y estrategias viables.