Desde la Plaza de San Pedro, el Santo Padre señaló que la crucifixión revela la máxima expresión del amor de Dios, donde Jesús perdona a quienes lo crucificaron, demostrando así la auténtica glorificación.
El Papa enfatizó que la gloria auténtica, según la perspectiva divina, no busca la admiración pública ni la grandiosidad, sino que se manifiesta en la entrega total y el perdón incondicional.
Desde la “cátedra de Dios”, representada por la Cruz, se nos enseña que la verdadera gloria está intrínsecamente ligada a la capacidad de entregarse y perdonar, siendo estos los pilares fundamentales de la vida cristiana.
Además, el Papa Francisco alertó sobre la tendencia de buscar la gloria como un fin en sí mismo, buscando reconocimiento y posesiones materiales en lugar de optar por la vía de la entrega y el perdón.
Destacó que la gloria mundana conduce a la división y la envidia, careciendo de la verdadera alegría y trascendencia que brinda la gloria divina basada en el amor y el perdón.
Concluyendo su mensaje, el Santo Padre planteó una reflexión personal sobre el tipo de gloria que cada individuo aspira para su vida. ¿Es la gloria centrada en el deslumbramiento superficial y el egoísmo, o es la que emana de la entrega amorosa y el perdón, siguiendo el ejemplo de Jesús Crucificado? Esta interrogante invita a reconsiderar nuestros valores y prioridades, optando por una vida marcada por el amor y la generosidad, que reflejen la belleza y el testimonio de Dios en el mundo.
