Palabra de vida |“Y, nadie se la quitará…”

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Nos encontramos hoy en el núcleo del pensamiento del evangelista Lucas, sobre el tema del lugar de la Palabra de Dios en la vida de la comunidad de discípulos. María, según esta breve narración, representaba casi plásticamente en la actitud simbólica del discípulo: el que se sienta “a los pies de Jesús”. Actitud que vemos también en el endemoniado curado de Gerasa, una vez que ha sido curado permanece “sentado a los pies de Jesús (Lc 8, 35). El estar sentado deberá ser la actitud del discípulo que se pone cómodo para escuchar la Palabra de Dios.

En el fondo Jesús alaba la actitud de quien está disponible para abrir los oídos del corazón a su mensaje, capacidad hoy en día necesaria ante el incremento del ruido exterior e interior. “Ésta es la única cosa necesaria”, es decir, el discípulo no puede renunciar a estar a los pies de Jesús para escucharle, desde su silencio interior, privilegiando toda palabra que salga de su boca.

De tan elocuente enseñanza, brota hoy para cada uno de nosotros, la apremiante urgencia por reflexionar sobre nuestra capacidad de escucha ante la Palabra de Dios, proclamada desde el púlpito de cada templo en la Eucaristía, hecho eco en los grupos de estudio y oración, a través de las redes sociales, en las ediciones impresas, Etc.

Hoy se vive de una abundancia de Palabra de Dios en muchísimas áreas de nuestra convivencia familiar y social, pero no podemos decir que haya abundancia de vida coherente y ejemplar, de quienes dejándose empapar por ella producen los frutos de una vida santa y alejada del mal. El Evangelio de hoy, es llamada apremiante que busca desestabilizarnos ante la cómoda y frívola actitud que hemos optado ante la Palabra divina, como la misma Biblia lo dice lo dice de sí misma:

“Es como el fuego, como el martillo que golpea la peña” (Jer 23, 39); “Es como la lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar” (Is 55, 10-11). Y, por su acción “viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos” (Hb 4, 14), estamos seguros que seguirá ella abriendo los surcos y haciendo florecer de este modo también la aridez de nuestros desiertos espirituales, en donde Marta es la figura que está dominada por el deseo de estar siempre ocupada por muchas cosas olvidando la que es primordial. Dejemos que hoy la Palabra de Dios se entronice y nos silencie en el corazón.

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