Palabra de vida |“Y las olas saltaban por encima de la barca…”

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A través del celebre primer discurso de Yahvé a Job en la primera lectura de hoy (38,1.8-11), nos preguntamos: “¿Quién cerró el mar con compuertas, cuando escapaba impetuoso de su seno?” (Job 38,9). Como seres humanos debemos invitarnos mutuamente a contemplar maravillados la grandeza única de Dios al crear. Sólo a Él pertenece el poder y el gobierno de todas las realidades creadas. Sin embargo el mar aparece aquí en el evangelio de hoy, con su gran simbología bíblica de caos y donde las potencias oscuras del mal están siempre incontrolables, de allí el horror de los discípulos subidos en la barca y afrontando la tempestad. El escenario es el Mar de Tiberíades, llamado también “Mar de Galilea”, porque en el lenguaje hebreo cualquier espejo de agua bastante grande participa del misterio del mar.

¿Cómo entender este mensaje? El simbolismo es transparente: se vislumbran todas las tempestades de la historia, tormenta de las pruebas, de la oscuridad y de las contradicciones. La barca representa, la imagen perfecta de la Iglesia, con Pedro adentro y con Jesús que duerme. Y, en este marco existencial, los discípulos le lanzan un grito, como quien lanza el ancla para estabilizar la nave y mantenerse firmes, llamándolo “Maestro”. El relato de Marcos inicia señalando que “al atardecer”, llevándonos al final del día, cuando las olas del mar estremecen y rugen como león que devora ; también puede evocar el atardecer interior que muchas veces invade la vida de las personas.

Luego, agrega Jesús: “Pasemos a la otra orilla” que, sin duda, evoca el hecho de correr un riesgo, una aventura marítima en la hora menos indicada; podemos leerla en el fondo, una intención superior por parte de Jesús: Cuando las tormentas de la vida nos superan cual olas gigantescas, es necesario que los discípulos misioneros encontremos en Él la fuerza para atravesar el mar interior que nos ahoga. Por eso despiertan a Jesús, y Éste despertándose lanza su Palabra con indiscutible poder. En efecto, su palabra aplaca las aguas y enmudece al viento, con la autoridad única de Dios. Él se yergue desafiando al mar tratado aquí como si fuera una persona. Los verbos utilizados por Marcos son curiosos: “Increpó al mar diciéndole: ¡Calla! ¡Cálmate!”. Se trata de expresiones características de los ataques de Jesús contra el demonio. En el mar se resumen simbólicamente todo el mal que Jesús vino a combatir y a vencer.

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