Palabra de vida |“Vengan a mí…”

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Varios elementos nos enriquecen hoy ante el Evangelio de este domingo. El primero es que esta breve perícopa es definida como “una perla joánica”, que ha encajado perfectamente en toda la obra de san Mateo. Su gran cometido teológico, su carácter solemne y su tonalidad son propios del estilo del Cuarto Evangelio. Para comprender mejor lo que Jesús hoy nos dice, es bueno ver su contexto precedente.

¿Qué le pasado? Pues, Jesús ha encontrado el rechazo por parte de las clases pudientes de las prósperas ciudades del lago de Tiberíades, Corozaín, Betsaida y Cafarnaún. Y, en los versículos siguientes, está también el rechazo de las altas clases intelectuales, del sacerdocio y la aristocracia hebrea. Ante lo cual, Jesús no muestra la más mínima tristeza, al contrario entona un himno de alabanza y alegría que declara la voluntad de Dios de revelarse a quienes tienen la capacidad de recibirlo con el corazón de los sencillos y los pobres de la tierra, es decir, con las palabras de Jesús “los pequeños”, en el original griego népioi.

Sí el domingo pasado, había ya una alusión velada del Jesús que está oculto en el enviado, hoy se oculta para los que tienen el velo del orgullo y la arrogancia que sólo ven en él un modesto y humilde predicador de Galilea e hijo de un artesano. Pero en cambio para los humildes y sencillos de corazón la visión de un “Señor del cielo y de la tierra”, está tan claro en Él que pueden reconocerlo a pesar de verlo pobre y despreciado.

Por lo que el propio Jesús bendice al Padre porque su proyecto de salvación que Él está realizando en su persona, tiene acogida en esos a quienes a Él le ha convenido a bien lo conocieran. Y la respuesta que el propio Jesús toma ante la voluntad del Padre y la realidad de los que si le acompañan en su camino, es la de ofrecerse Él a sí mismo, como el lugar de todo consuelo y alivio. Por eso les hace la invitación: ¡“Vengan a mí”! Y, ¿a quiénes invita?

Seguramente a quienes por su condición de iletrados y sencillos, han sufrido el desprecio de esos mismos que ahora lo han despreciado a Él. Pero, no termina aquí su propuesta, les ofrece su “yugo” que significando en la tradición judía la ley y sus exigencias, ahora Él le quita el sentido de peso aplastante y lo ofrece con la suavidad del amor que brota de su corazón. La comunidad de los “pequeños” que han descubierto los misterios del Reino de los cielos, pueden ahora seguir un camino de luz y alegría, “Camino hermoso: siguiéndolo, se encontrará paz para nuestras almas” (Jr 6, 16). Preguntémonos: ¿He encontrado en Jesús tan especial riqueza para seguirlo con fe y alegría?

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