Palabra de vida |“Un ángel…bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella”

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Dándole seguimiento al Evangelio de la Pasión que escuchamos el Domingo de Ramos, pensamos en la burla que de Jesús hicieron al decirle: “¡Adivina Cristo! ¿Quién te pegó?”. Hoy los que se burlaron del Él, han quedado confundidos y avergonzados, figurados en los soldados que custodiaban la tumba y que han salido huyendo del lugar. ¿Qué ha pasado? Ha pasado algo inefable: “El crucificado Jesús de Nazaret, ¡Ha Resucitado!”.

El enviado del cielo, se ha sentado sobre la piedra que cerraba herméticamente el lugar de la sepultura de Jesús, y anuncia lo que sólo Dios podía anunciar, que su poder lo ha resucitado, tal y cómo Él mismo lo había dicho. La tumba es en la tradición bíblica el signo de los infiernos y de la muerte. El anunciar la tumba vacía de Jesús, no es una invitación a ver el sepulcro de Cristo, para ver la tumba de un héroe o de un gran profeta, que ya no está allí. Cristo en verdad, pero en verdad, está definitivamente en el “tercer día” de la eternidad, está “arriba” desde donde había venido, para ser el “sol perfecto de un día sin ocaso”, como canta la liturgia de estos días.

La narración del evangelista Juan invita a una comprensión creyente del acontecimiento: “Vio y creyó”; los signos de la muerte se transforman en una manifestación de vida y de luz. El enviado celestial reconoce que las mujeres vienen a buscar a Jesús el crucificado, la formulación que hace el evangelista plantea que no hay discontinuidad, el que ahora vive, es el mismo que murió crucificado. La resurrección no es un cambio de protagonista, no es una transformación que degrada hasta la última partícula celular de la naturaleza humana del Mesías, Él es el mismo y a la vez distinto por su glorificación después de morir.

Por eso les dice: “No está aquí. Vean el lugar en donde lo habían puesto”, es tan nuestro y de tan de Dios su Padre, que ha salido para encontrar a los que a su victoria les han sido asociados, desde Adán y Eva hasta el último nacido en este mundo; la creación entera que pasa del recuerdo de los seis días en los que Dios creó, ha un solo día en el que el Padre se ha vestido de “Gloria” al resucitar a su Hijo, con el cual hace nuevas todas las cosas. No por nada en la lengua inglesa y alemana, el domingo – que es para los cristianos el día de la Pascua – se llama literalmente “día del sol”, clarísima referencia a ese nuevo sol, que no conocerá el ocaso, que es Cristo Jesús, Resucitado de entre los muertos. Aleluya, verdaderamente ha resucitado nuestro amor y nuestra esperanza, Aleluya. ¡Felices Pascuas de Resurrección!

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