Palabra de Vida |“Todo sarmiento…”

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El Evangelio de hoy está referido a una parábola de la que Jesús profundiza en su estar resucitado y en el cómo los que creen pueden estar unidos a su persona. Es la imagen clásica en la Biblia de la vid, el árbol símbolo de la prosperidad y de la alegría mesiánica, signo de un Israel fiel e infiel (cf. Is 15, 1-8 o el Salmo 80).

Uno de los ornamentos más vistosos del templo erigido en Jerusalén por Herodes y frecuentado por Jesús, era precisamente una vid de oro con racimos altos como un hombre, mientras el perfil de una vid con los sarmientos estaba grabado en las monedas acuñadas por los hebreos durante la primera rebelión anti-romana del 66- 70 d.C. Él, efectivamente, se identifica explícitamente con la vid, pero los sarmientos de esta planta espiritual son los discípulos, es decir, la Iglesia.

El principio fundamental de la vida cristiana es, pues, el “vivir-permanecer” injertados en esta vid espiritual que es Cristo: si el discípulo permanece en Jesús a través de la fe y el amor, Jesús permanece en él con su amor y su fecundidad. La gracia divina está a la raíz de nuestras obras buenas, pero no sustituye la decisión humana de la fe que está también a la raíz de nuestra salvación.

Si falta esta continua ósmosis de vida con Cristo, nuestra vida se seca, las acciones se vuelven mecánicas, las palabras religiosas son solo vanos sonidos, la frialdad del corazón y la sequedad de la conciencia nos amarran.

Hoy en este domingo alegre de Pascua, podemos orar fervorosamente con la oración del Salmo 80: “¡Dios de los ejércitos, vuélvete, mira desde el cielo y visita esta viña, protege el tronco que tu diestra plantó, el brote que tú has cultivado”! Permanezcamos por la fe en la intimidad con Jesús resucitado, esta es la verdadera comunión con la cual podemos y debemos tener la vida plena que nos ha regalado con su victoria.

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