Palabra de vida | “Tiene en su mano el bieldo…”

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Con la Palabra de Dios que ilumina y da armonía al tiempo de Adviento escuchamos cómo todas las lecturas orientadas al santo Evangelio, enfatizan en la llegada de un Rey-Mesías que viene con el poder de Dios y la autoridad del reinado davídico. Con imágenes agrícolas las lecturas quieren dibujar su figura esplendida. El pensamiento del profeta Isaías en la primera lectura, se dirige al tronco cortado y seco, figura del pecado y la infidelidad de la dinastía davídica. Pero de ese tronco muerto surge un vástago, todo por la pura gracia de Dios, ya que de esas raíces secas no podían hacerlo.

El aliento divino, señalado como el Espíritu de Dios, susurrará las hojas del árbol de Jesé (el padre de David), para que nazca ese vástago que tendrá su presencia en plenitud. Y, cuándo éste llegue aparecerá con otra imagen agrícola, la del árbol que narra san Mateo, pero sin frutos; el hacha lo golpea para convertirlo en leña para arder. He aquí el tiempo similar al del campesino que sale a buscar frutos y al final de recoger todo, quemará lo seco de sus campos. Así como se queman los árboles estériles y así como, en la recolección, se limpia el trigo liberándolo de la paja, así el Mesías desenmascarará el mal oculto y llevará a cabo una radical purificación de las conciencias limpiando y quemando escorias y desechos del mal.

Con las expresiones de Jesús y Juan el Bautista, podemos decir, que aparece el rostro serio de las exigencias que tiene la fe: “conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca”. Y, como hemos dicho en otras oportunidades, este verbo griego “convertirse” significa cambiar mente y vida, cambiar el camino. Pero Significa también tensión, búsqueda, decisión e inquietud por encontrar el camino correcto. En otras palabras se puede decir, que significa buscar de entre las cenizas de la práctica religiosa rutinaria y sin sabor, el esplendor del color y olor de una fe que se vuelve activa y firme, fruto de un deseo auténtico de volver a Dios.

Bien se sabes decir, que el hábito no hace al monje, con el Adviento camino de espera y encuentro con el Rey Mesías que se acerca, la invitación es escuchar al propio san Pablo que nos invita a “revestirnos de Cristo” (Gál 3,28). Nuestro vestido si es Cristo, está lleno de obras y sentimientos que nos permiten vivir la alegría de un encuentro que nos hará feliz y nos llevará a las alturas de la fe. Vivamos pues un Adviento revestidos de Cristo Jesús.

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