Palabra de vida | “Tampoco yo te condeno…”

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Con este domingo nos acercamos a la comprensión de que si el valor cuaresmal es ante todo un camino penitencial y una revisión seria sobre nuestra condición de pecadores, el Evangelio de hoy nos señala que este tiempo no es solo contrición, no es solo el remover las aguas negras de nuestra triste condición de hijos de Adán, sino que es ante todo anuncio de una real y esperanzadora liberación, es perdón, fuente de paz y camino a un destino de vida verdadera. La escena es rica de detalles, la turba presidida por letrados y fariseos le traen a una mujer sorprendida en adulterio, Jesús está allí, dice Juan: “Escribía con el dedo en el suelo”, le preguntan ¿Qué hacer con esta pecadora? San Agustín, que conocía el pasaje señala: relicti sunt duo: (miseria et misericordia).

“Han quedado dos: la mísera y la misericordia”. Todo el pecado asumido por el amor misericordioso se vuelve camino de liberación, fruto de esa abundancia de amor, que incluso no esperándolo está siempre disponible para darse copiosamente. Bien lo había cantado el salmista: “Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa. Él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129,7- 8). Jesús la absuelve: “¡Tampoco yo te condeno!”. Con el perdón total de su pasado, Cristo le infunde a esta pecadora la certeza de poder irse en paz, caminando con la frente en alto de saber que podrá vivir como mujer libre por la gracia de un Dios, que la ha absuelto de todos sus pecados y no la condenó como sus contemporáneos a una muerte de lapidación. Israel debe aprender que el perdón es más fuerte que el castigo, porque si a todo pecador se le castigara por serlo con la muerte, nadie quedaría vivo. Bien se los recordó Jesús: “El que está sin pecado, que le tire la primera piedra”.

La Cuaresma nos hace de escuela para todos, deberos dejar de ver los delitos de la humanidad, y volver a ofrecer como lo hace Dios el camino esperanzador del perdón que es puerta abierta para la vida verdadera. Volvamos pues a Cristo fuente de misericordia que nos lleva al Padre y pidámosle a éste como dice la oración colecta de la Misa de este domingo: “Danos tu gracia que nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo”. Sigamos más de cerca el camino trazado por la Palabra de Dios y llegaremos a habitar en los umbrales espirituales de la casa del Señor en estos días santos.

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