Palabra de vida |“Si tu hermano comete una falta…”

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Al Evangelio de este domingo, la Iglesia le asocia el maravilloso texto del profeta Ezequiel en la primera lectura de hoy en el capítulo 33: “Hijo del hombre, te he constituido centinela para los israelitas; escucharás una palabra de mi boca y tú los advertirás de parte mía”. Con una curiosa comparación, Ezequiel acerca la misión del profeta a la de un centinela. Él debe divisar el horizonte de la historia señalando sus signos oscuros y ocultos, las huellas misteriosas de Dios, los amaneceres de la vida junto a sus atardeceres para comunicarlos a la ciudad que es la comunidad de Israel.

Él tiene una gran responsabilidad que el mismo Dios le ha confiado. Esa misma responsabilidad del profeta, Jesús la aplica a la comunidad de los discípulos. En el capítulo 18 Mateo presenta el cuarto de los discursos del Maestro que constituyen casi las columnas de su Evangelio. Discurso llamado la Regla de la comunidad o el Discurso Eclesial, porque en él se define el comportamiento y el Gobierno de la Iglesia.

Uno de esos temas es la corrección fraterna, que es en cierto sentido la misión del centinela que busca cuidar del peligro que los hermanos pueden correr. “Ser centinela” equivale a ejercer el arte de ayudar al bien vivir entre los hermanos, a actuar con humildad y amor genuino, a ponerse en el lugar del otro con sensibilidad humana e interior. En efecto, lo que se busca no es juzgar o condenar, sino el de salvar.

Por eso es que la corrección fraterna es parte del proceso de maduración de una persona y por ende también de una comunidad. Con espíritu fraternal la corrección se hace a través del diálogo personal, seguido por la invitación a que otros también con prudencia y caridad se asocien en la tarea de ayudar al hermano que se ve está errado y no quiere enderezar el camino.

En este sentido, el pasaje de Mateo de hoy no está en oposición a la regla de la corrección fraterna presente en Lucas: “Si un hermano tuyo peca, repréndelo; pero si se arrepiente, ¡perdónalo! Y si peca siete veces al día contra ti y siete veces te dice: Me arrepiento, tú lo perdonarás” (17, 3). Así pues, el discurso de Mateo se propone para todos los tiempos y comunidades en un desarrollo educativo por medio del cual todos debemos crecer en corregirnos a nosotros mismos y buscar que también los otros puedan mejorar en su conducta para así alcanzar una vida eclesial más acorde a los sentimientos de Cristo que vive en ella.

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