En relación a los evangelios sinópticos (es decir Mateo, Marcos y Lucas), Juan sitúa la expulsión de los vendedores del templo al inicio de su sobra, mientras aquellos lo sitúan en sus partes más cercanas a la pasión de Jesús. Por otro lado, la mención a la fiesta judía de la pascua, en el relato de hoy es la primera de las tres pascuas que suceden en la vida pública de Jesús según este evangelio de Juan. Las otras serán en el discurso del pan de vida (cap. 6) y la última en el tema de la “hora”, es decir, de la cruz y de la glorificación (cap. 12). No olvidemos además que estos grandes temas de fe y teología que desarrolla Jesús, se sitúan siempre en torno al Templo y por ende en su ciudad santa Jerusalén. Jesús desea instaurar una verdadera y definitiva relación con Dios su Padre, revelada en una definitiva Pascua y en el único y verdadero Templo que es su Cuerpo.
Estando en Jerusalén contempla el gran número de peregrinos, de animales destinados a los sacrificios y de los cambistas, los que cambiaban las monedas imperiales- impuras debido a las efigies grabadas en ellas- junto a las monedas si válidas para pagar el impuesto que todo hebreo daba al Templo. Ante esto Jesús se lanza contra ellos con “un látigo de cuerdas” expulsándolos y luego ante la pregunta del por qué hacía esto y la autoridad para hacerlo, declara la razón última: “Destruyan este tempo y en tres días lo levantaré”. La proximidad a la fiesta de Pascua, tal acción y declaración afirma que llega la “Hora” en que Él expulsará definitivamente al demonio y todas sus armas y artimañas, junto con la muerte para instaurar un Templo eterno y santo, gracias a su entrega obediente y amorosa al Padre, por quien se harán nuevas todas las cosas.
Al final de la narración se da la explicación; ellos, los discípulos después de su resurrección “recordaron”, en efecto, “recordar” en Juan refiere no sólo a una conmemoración histórica de un acto o de un dicho de Jesús. “Recordar” es comprender en plenitud, es revivir, es celebrar, es interpretar a la luz de la pascua, como se dirá explícitamente. El “recuerdo” en el evangelio de hoy se transforma, entonces, no sólo en un llamado a mantener purificadas nuestras iglesias de toda contaminación con intereses políticos y económicos, sino también a hacer de la existencia de la Iglesia y de cada uno de los creyentes, un signo luminoso de la pascua, de la presencia y del amor de Dios. El sacramento de la reconciliación hoy nos sería de un acto concreto y real de la purificación de nuestro templo espiritual.