Palabra de vida | “Pues sabían que era el Señor”

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Las escenas bíblicas del Evangelio durante los días de Pascua, tienen como centro naturalmente al Señor resucitado. Así los discípulos que han tenido una pesca milagrosa reconocen que a la orilla del mar, está Él. La resurrección ha hecho que los tiempos mesiánicos tomen su rumbo hacia la plenitud, de un mar seco de peces, a una red que casi se rompe por la multitud de ellos.

Su presencia de ahora en adelante es eficaz, tanto que sin haber Él pescado, tiene ya unas brazas y pescado asado para ellos a quienes les invita a comer. Pero la mayor eficacia está narrada en este maravilloso tercer domingo de Pascua, en el diálogo con Pedro. Su palabra eficaz de Señor del cielo y la tierra, le confirma en primer lugar en su cercanía a Él y luego a la de sus seguidores, sus ovejas, por las cuales ha dado la vida.

Tan especial relato en sus tres partes, la pesca milagrosa, la invitación a comer y la triple confesión de amor de Pedro, desean evidenciar que la resurrección, es una plena continuidad entre la vida del crucificado y la del que ahora se les aparece. Él no está sustituido por otro, no es un fantasma, las suya no es una supervivencia espectral. La fe que nace de la experiencia de la Pascua, es toda nueva, es Él, pero a la vez distinto, come con ellos, pero a la vez aparece y desaparece, Etc.

Pedro usa una expresión para indicar lo que ha pasado con Jesús a manera de síntesis de fe, que gusta mucho por igual a Juan y a Pablo: “Dios lo exaltó con su diestra haciéndolo jefe y salvador”. Reconocer que todo cuanto pasa y de parte de quien es lo que pasa, porque lo sabe y lo permite, nos hacer reconocer como los apóstoles que “es el Señor”. Reconocer al resucitado no es a la forma simple familiar, al ver con nuestros ojos o de experimentar a través de nuestros sentimientos; es más bien un camino nuevo que recorrer y es el camino de la fe.

Ya que Él ahora pertenece a lo “alto”, es decir, a la esfera de lo divino a donde ha regresado después de su paso entre nosotros, por lo que deberemos reconocerlo porque sí está presente de manera misteriosa pero real, a través de la fe; una fe operante que está movida por la oración, la escucha de la Palabra de Dios y sobre todo de la Eucaristía, en dónde Él se hace cuerpo y sangre real de su naturaleza glorificada por la resurrección y desde allí encontrarlo en los pobres en donde sigue manifestando su rostro doliente que espera la glorificación definitiva de esta humanidad ya rescatada por su sangre. ¡Felices Pascuas de Resurrección!

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