Palabra de vida |“No tengan miedo…”

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En los diversos contextos que nos tocan vivir, aparece hoy como un regalo del cielo, el testimonio del Profeta Jeremías, proclamado en la primera lectura de hoy (Jr 20, 10-13), en ella se manifiesta como la fidelidad de la vocación es para Jeremías una conquista cotidiana que conoce dudas y crisis y que a veces le pesa como una maldición, sobre todo cuando se experimenta el silencio de Dios. Después de la flagelación (Jr 20, 1-6) Jeremías se siente abandonado casi como Cristo en Getsemaní y en la cruz. Pero cómo podemos seguir leyendo, el cielo se le abre al profeta y el Señor viene en su auxilio como un fuerte guerrero que lo defenderá de toda iniquidad.

En el discurso misionero, como es llamado el Capítulo 10 de san Mateo, “discípulo” es sinónimo de cristiano; Mateo, partiendo probablemente de la experiencia de su comunidad eclesial sometida a fuertes protestas de la sinagoga judía, delinea la figura del apóstol de Cristo, como la de un “confesor de la fe”, como la de un verdadero “mártir”.

A raíz de este Evangelio proclamado para los tiempos difíciles de toda comunidad cristiana, ésta se deberá siempre renovar como Jeremías día a día, sobre dos líneas fundamentales de su esencia más profunda: la fe en Dios Padre que no abandona a nadie y su compartir, en lo que ya San Pablo ha dicho, de los sufrimientos en lo que falta a la Pasión de Cristo crucificado. De esta doble relación vital depende su libertad ante los miedos y las amenazas del mundo enemigo y contrario a Dios y su Evangelio.

Una vez más la Biblia lanza un llamado de compromiso y de luchas contra los engaños, las marginaciones e injusticias, con la seguridad de que Dios mismo estará al lado “como un soldado valiente”, más fuerte que las superpotencias, más fuerte que cualquier ideología, más fuerte que las propias garras del infierno. A este respecto, bien ha escrito San Agustín en su obra la Ciudad de Dios: el discípulo “debe continuar su peregrinación entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios”.

En conclusión hoy podemos decir, que el conjunto de la Palabra de Dios que engalana esta celebración semanal, se mueve entre el tema de la persecución y la confianza que todo cristiano debe tener en Dios. Así es como se acrisola el oro, así es como se demuestra de qué estamos hechos. Hoy es el propio Señor que sale a nuestro encuentro para sostener todo camino cristiano que busca y tiende a la búsqueda continua por la construcción de ese Reino de Dios en la ciudad de los hombres.

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