Palabra de vida |“María…. lo puso en un pesebre”

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Con el relato del nacimiento del Hijo de Dios, narrado por Lucas que se leerá en la misa del “gallo”, nos encontramos con dos elementos opuestos y extraordinarios, la pobreza extrema con la que nace el Hijo de Dios acompañada por la manifestación gozosa del mismo cielo colmado de luz, de legiones de ángeles y coros celestiales. Y, es Belén, la ciudad del Rey David, la que sitúa el espacio físico, humano y espiritual del acontecimiento. Al Rey del cielo, a su llegada solo le acompaña su familia terrena, compuesta por esa pareja de esposos justos y pobres, y más tarde unos simples pastores, sencillos y llenos de sincera admiración.

Con su nacimiento narrado en sólo 14 versículos, Lucas nos señala que el Mesías que acaba de nacer, no tiene título, dignidad, ni poder y mucho menos dinero. En el Niño de Belén, los fieles reconocen al Señor del cielo y de la tierra, al que viene a salvarnos en el misterio de su Pascua. Es interesante notar que el arte oriental ha representado esta dimensión “pascual” solemne de la navidad de manera muy sugestiva: el icono ruso de la natividad perteneciente a la escuela Novgorod (siglo XV) representa al Niño envuelto en pañales y colocado en una pesebrera que tiene la forma del sepulcro de la Resurrección. Nace en verdad para salvarnos. Por eso los ángeles en su himno dan “Gloria a Dios” y suplican la “Paz” a los hombres.

De este acto de total y plena bondad del propio Dios nace la paz, el Shalom del Antiguo Testamento. Es un concepto denso y ramificado, significa: bienestar, prosperidad, fortuna, totalidad, suficiencia, desarrollo pleno, satisfacción, serenidad, alegría, acontecimiento, tranquilidad. Es el ser total que con la Shalom divina, se ve penetrada por lo bello de la vida, por el bien y lo justo de todas las cosas. De allí que el saludo del pueblo de la antigua y nueva alianza se salude siempre con la “paz”.

Que esta paz que tanto hace falta en nuestros días, se hoy un don que recibir y que ofrecer a los demás. Es un hermoso día inaugurado con esta noche santa, para volver a reconocernos como esos hombres y mujeres de “buena voluntad”, es decir, con los que Dios cuenta para construir un Reino hecho de amor y de paz, valores fundamentales para que la felicidad llegue a todos. Queridos lectores, tengan una feliz y santa Navidad.

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