Nos encontramos en el IV Domingo de Adviento con el Evangelio de la Anunciación a José. En efecto, para comprender este mensaje, hay que saber que el matrimonio en Israel constaba de dos partes bien definidas. La primera consistía en el noviazgo oficial entre el joven y la muchacha, que por lo general tenía 12 o 13 años. La segunda fase comprendía la solemne celebración nupcial con el alegre traslado a la casa del esposo, que se hacía con una procesión de luces, cantos, danzas y banquete. Fue durante la primera etapa que José se dio cuenta que “María” su esposa, su prometida “se encontraba en cinta”.
Él deberá decidir qué hacer ante esta real y dramática situación. La Ley le permite “licenciar”, es decir, repudiar a María, señalando el texto que siendo un hombre “justo”, opta por el camino del secreto, sin el deseo de hacer la denuncia legal, sin proceso alguno. Claro está que María por tal situación pasará a ser una joven margina por la sociedad de su tiempo. En esta noche de angustia para José, el ángel traerá la plena solución a su dilema: “No temas recibir a María en tu casa”, completando así la segunda parte del matrimonio. Él ahora sabe que “el Hijo que ha concebido viene del Espíritu Santo”. Así José a través de su paternidad legal, tiene la función de introducir a Jesús en la estirpe de David, de la cual deberá venir el Mesías. A diferencia de Ajaz, que ha rechazado el signo de Dios como lo presenta la primera lectura de hoy, José acoge el anuncio sorprendente del ángel con amorosa obediencia y, así se convierte en el íntimo colaborador de Dios en el gran proyecto de la encarnación. Con esta especial palabra de Dios, narrada por Mateo nos aprestamos a inaugurar el nacimiento que muchos ya tenemos listos en nuestros hogares, que como tradición y actualización de aquel acontecimiento, nos permita meditar con la Lectio Divina el misterio de un Dios que ha querido entrar en nuestra historia, cumpliendo todas la profecías que se anunció de Él en el Antiguo Testamento, para abrir así la definitiva revelación de Dios a los hombres. En realidad, con el sí de María y de José, Dios hace posible que el “Esperado” esté a las puertas de ingresar al mundo y a la realización definitiva de su proyecto de salvación para el género humano. Preparémonos en oración y alabanza a la llegada del Mesías que está a las puertas de nuestras vidas.