Palabra de vida | “Jesús tomando la palabra les enseñaba…”

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Con el relato evangélico de las Bienaventuranzas que abre el discurso de la montaña, uno de los cinco discursos encontrados en este Evangelio de Mateo; descubrimos el pensamiento de Dios y la lógica con la que nos ve desde el cielo, esperándonos un día recibirnos allá.

En efecto, Dios como Padre no se enfoca en los hombres y mujeres de éxito para realizar su proyecto de salvación, elige los menores como Isaac, Jacob, David, los tartamudos como Moisés y Jeremías, los campesinos como Amós, los pescadores como los apóstoles, el pobre, la viuda, el huérfano y el forastero son sus protegidos y elegidos. En su lucha contra el mal no se rodea de guerreros, de nobles y de poderosos, sino elige a los débiles, a los viles y depreciados. “Padre de los huérfanos y de las viudas”: esta es la definición de Dios en el antiguo “Te Deum” de Israel presente en el Salmo 68. Solo así podemos comprender el Sermón de la Montaña.

Cristo sube a él como un nuevo Moisés que, sentado en el nuevo Sinaí, nos ofrece y enseña la Palabra de Dios. Vemos que los primeros destinatarios de ella son los pobres de espíritu, siendo su sentido en la Biblia los que tienen un corazón, la conciencia y su interior más profundo “pobre”. Pobre para pensar y enriquecerse de Dios en todo momento de sus vidas. Completando la propuesta terminológica con el pensamiento del profeta Sofonías que se refiere a ellos como “anawin”, es decir los que siendo ya pobres de espíritu, son justos, mansos, humildes, fieles a Dios. Bienaventurados entonces lo que llegan a ser felices al haber decidido seguir el camino de Dios, no dejándose seducir por el encanto perverso del mal.

Tal afirmación de ser y vivir como bienaventurado resuena 26 veces en los Salmos y 31 veces en el resto del Antiguo Testamento. En definitiva Jesús le da su sentido pleno, al declarar la bienaventuranza para los que en este mundo viven marginados por no ser del mundo y de sus tentáculos contaminados por toda forma de mal. Con las bienaventuranzas Jesús asegura que habrá justicia divina para los que en esta vida y en este mundo han vivido el dolor, el desprecio, la persecución y todo tipo de desventura, asegurando de manera categórica que el consuelo y la recompensa vendrá plenamente del mismo Dios, su Padre.

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