Palabra de vida: “Jesús instruía… por el camino…”

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En la liturgia de la Palabra de este domingo, seguimos el camino de la decisión de Jesús de ir hacia Jerusalén donde le espera su desenlace de cruz, a la vez que va preparando el corazón de sus discípulos, a un seguimiento que trasciende las pretensiones humanas, para empezar a gustar la realidad de un Reino inaugurado por el propio Jesús que implica la destrucción de la semilla en la tierra fértil para alcanzar de esa muerte, los frutos de la redención definitiva del hombre, prolongada hasta su regreso por la Iglesia.

Si el domingo pasado la condición para ser su discípulo era el renunciar a sí mismo y tomar la cruz, la condición hoy para ellos es aprender a ser los primeros, aceptando querer ser los últimos. Realizando una acción simbólica, como lo hacían los profetas del Antiguo Testamento, llama así a uno de esos niños que estaban por allí y se los muestra, queriendo con el gesto ver en esa realidad de niños, el mensaje de la sencillez, la pequeñez y la disponibilidad confiada de cada uno de ellos en sus padres y superiores.

El discípulo para Jesús, entra a serlo no por el orgullo de haber alcanzado un puesto de honor y poder a su lado, o por el prestigio que da un cambio de vida económica a diferencia de los demás compañeros del pueblo. Ni mucho menos de aquel que entra para sentirse seguro por la fuerza de las armas. Todo lo contrario, el discípulo se hace cordero manso y humilde, poseyendo una actitud de siervo, con la voluntad del hombre de paz y sobre todo con la donación confiada y plena de su persona en la persona de su Maestro y Señor: Jesús el Cristo. Pero, lo más hermoso que recoge el relato evangélico de este domingo, es que el ejemplo nos lo ha dado Él, el discípulo tiene que ser como su Maestro.

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