En el tiempo presente que nos toca vivir, se pude estar atendiendo como está la moda a Dios y al diablo, al amor y al egoísmo. ¿Qué nos está pasando? Para responder a esta interrogante existencial y espiritual, habrá que atender al llamado de Jesús en el Evangelio de hoy. Ya en la antigüedad existían técnicas para prever el cambio del clima, sobre todo siguiendo el ritmo de los vientos, en efecto el viento del sur presagia calor y las nubes que se condensan en el occidente amenazan con la lluvia. Jesús invita a ver los signos de los tiempos no en el viento, en el cielo o las nubes, hay que verlos en la historia y en la propia cotidianidad. Hay que preocuparse no solo por el clima atmosférico sino también y sobre todo por el cómo va la vida. Hay que saber juzgar con luz de sabiduría lo que nos está pasando y luego saber optar por el camino justo.
Hoy existe la indiferencia para leer correctamente lo que pasa y el deseo de actuar en resonancia con este difícil presente, por lo que Jesús exhorta a sus discípulos que sepan interpretar el tiempo presente. En vez de buscar respuestas en los nubarrones o cielos remotos, el cristiano está invitado a ver los signos de los tiempos que vamos produciendo en estos aconteceres, tal como el propio Jesús nos había dicho: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos” (Lc 6, 43).
El Reino de Dios está, efectivamente, radicado en el presente y siguiendo los caminos de Dios en la historia es cómo llegamos a la plenitud futura. Por eso es peligroso dejar pasar el tiempo sin comprenderlo, profundizarlo, vivirlo intensamente. Dándole respuestas mediocres que no comprometen la vida y postergan la acción de Dios. Aceptar a Dios y profundizar en Él, es el camino justo al que estamos llamados, sin vacilaciones que suscitan las tantas teorías y los muchos nuevos grupos llamados equivocadamente espirituales, que ofrecen ofertas paliativas a la verdaderas aspiraciones del ser humano y que solo Cristo, Dios hecho hombre, envidado del Padre nos puede satisfacer plenamente.
Que triste es oír a cristianos decir, lo importante es hacer el bien, no importa en cuál religión o grupo estés, descalificando la Revelación de Dios contendida en la Biblia y que coloca a Jesús de Nazaret, como el Señor, a quien toda “rodilla se doble en el cielo y en la tierra” (Flp 2, 11).