Palabra de vida-“Esta Escritura que acaban de oír”

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Celebramos hoy el Domingo de la Palabra de Dios. El Papa Francisco en la Carta Apostólica, en forma de Motu Propio, Aperuit illis, nos ha invitado a dedicar un domingo del Año Litúrgico a la Palabra de Dios. Situada en el III Domingo del Tiempo a lo largo del año, nos sirve de llamada de atención para proponernos una mejor escucha de la misma, en todas nuestras celebraciones y así dejarnos penetrar por toda su riqueza.

Hoy el conjunto de lecturas nos invitan en primer lugar a “leer” la Palabra de Dios, pero no de cualquier manera, luego hay que “explicar el sentido” que ella nos ofrece. Un antiguo refrán dice que “toda la Palabra de la Biblia tiene setenta rostros”. Se debe con fe descubrir estos rostros, escudriñar el texto en todos sus sentidos: el término técnico para indicar el estudio de la Biblia es “exégesis” que en griego significa “sacar fuera” todos los tesoros, toda la fuerza, toda la espiritualidad de las páginas de la Biblia.

Y finalmente todo este proceso nos lleva a “comprender” lo que Dios nos quiere decir a través de ella con toda inteligencia y devoción en el corazón. En efecto, la Palabra de Dios no es una fría piedra preciosa sellada en un cofre, sino que es una realidad viva que debe empapar la existencia árida como la lluvia fecunda hasta el desierto (cf. ls 55,10-11). Por eso con el Evangelio de hoy vemos a Cristo que cumple esta misma Palabra proclamada y que entra también a nuestros templos con su Palabra que es leída, explicada y comprendida.

Como el antiguo Israel que recibió entre lágrimas el texto encontrado de Escritura, también nosotros con lágrimas de conversión, queremos recibir a Jesús, Palabra definitiva del Padre, para que aplaque nuestras ansiedades y nuestros temores llevándonos a la alegría pascual, ilumine a los ciegos y sostenga y libere a los pobres y a los oprimidos. Jesús nos ayude con su ejemplo a ser conocedores de la Palabra de Dios, Él mismo lee la Biblia y busca explicarse a través de ella la voluntad del Padre, para luego poder decir: “¡Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad!”. Jesús en conclusión es la último y mejor acabado rostro que la Biblia nos pueda dar, en Él toda la Escritura llega a su cumplimiento. “¡Dichosos los que cumplen la Palabra de Dios y la ponen en práctica!” (Lc 11,28).

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