Beatificación de Rutilio Grande y compañeros

Rutilo Grande, el beato que impuso a un Santo a luchar por la justicia de los pobres.

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Rutilio Grande fue asesinado por paramilitares el 12 de marzo de 1977, al final de la tarde, cuando se dirigía a celebrar la misa de la novena en honor a San José, patrono de El Paisnal en El Salvador.

A pesar de tener buena posición económica el Padre Rutilio Grande, vivio como un pobre más, lo relata la historia, quien acompaño a Monseñor, hoy Santo Óscar Arnulfo Romero.

El Padre Rutilio Grande, el Padre Manuel Solórzano, el joven Nelson Lemus, y el sacerdote italiano Cosme Spessotto, jugaron un papel importante por sus célebres prédicas en defensa de los derechos humanos y contra la violencia política que se vivía en el hermano país, El Salvador,  y que resultó en una persecución de sacerdotes y miembros de la Iglesia Católica.

Hechos

¡Mataron al Padre Tilo!

Fue en una emboscad, el carro, su safari del padre Rutilio Grande y sus dos acompañantes: Manuel, fiel guardián y acompañante del sacerdote y Nelson, el niño epiléptico que tocaba a veces la campana de la iglesia de Aguilares, recibieron decenas de disparos que impactaron los cuerpos de los tres pasajeros. Una bala atravesó el cuerpo y el libro del ritual de los sacramentos, se bañaba en chorros de sangre.

Relatos que se encuentran en el libro Piezas para un retrato, donde se plasma el diario de Monseñor Óscar Romero.

Mártires

El asesinato de Grande marcó el inicio de la represión lanzada por el gobierno militar y encabezada por escuadrones de la muerte contra miembros de la Iglesia Católica que levantaron sus voces contra las injusticias sociales.

Como arzobispo, Romero denunció en sus homilías las continuas violaciones a los derechos humanos contra los salvadoreños e hizo pública su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política.

Un día antes de ser abatido el 23 de marzo de 1980, Romero clamó al ejército por un alto a la represión. “Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!

Beatificación

Casi 35 años después de su martirio, la labor de Rutilio Grande, ser la voz de los sin voz, es reconocida por la Iglesia Católica con su beatificación.

La ceremonia de beatificación siguió las pautas de distanciamiento social debido a las restricciones del COVID-19 en el país, siendo concelebrada por 25 Obispos, 600 sacerdotes y donde se ha mencionado en medios nacionales del país centroamericano que a la celebración llegaron unas 5,000 personas.

El lugar de la ceremonia fue la icónica plaza del Divino Salvador del Mundo, lugar que fue el testigo de este momento histórico para la Iglesia Salvadoreña y Centroamericana, donde el Sucesor de Pedro en la Tierra, el Papa Francisco, dio paso a que los mártires, desde hoy formaran parte del Canon de los Beatos.

El Vaticano dijo esta semana que con las beatificaciones, el Papa desea “rendir homenaje a la Iglesia latinoamericana”, comprometida con la defensa de los pobres y contra las injusticias sociales. Resaltaron medios salvadoreños, en el marco de este acontecer que ha dado vuelta al mundo en las últimas horas.

“Es un testimonio que no podemos olvidar, somos una Iglesia martirial, pero estamos bastantes pasivos: no tenemos plena conciencia del tesoro que llevamos en vasijas de barro” resaltó en la homilía el Cardenal Gregorio Rosa Chávez, en San Salvador.

De igual manera ha señalado “nuestros mártires pueden ayudarnos a recuperar la memoria y la esperanza para que no renunciemos al sueño de un país reconciliado y en paz, un país como lo quiere nuestro Dios: justo, fraterno y solidario, para ellos hace falta recuperar, el espíritu de los acuerdos de paz y la hoja d ruta que allí se trazó”.

Concluyendo su mensaje con estas líneas, “Nuestros mártires pueden ayudarnos a recuperar la memoria y la esperanza para que no renunciemos al sueño de un país reconciliado y en paz, el Papa Francisco lo expresa de distintas maneras; una Iglesia que vive la dulce alegría de evangelizar, una Iglesia que sale a la calle, corriendo el riesgo de tener un accidente, una Iglesia que muestre el rostro de Dios”.

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