La liturgia de la Palabra de este domingo, está engalanada con ese texto antiquísimo de la Pasión según Lucas. De ella, todos los fieles cristianos estamos hoy llamados a recibirla como signo de alimento y salvación. La referencia física al lugar de su crucifixión está a la base de todo un itinerario realizado por Jesús, desde su nacimiento en Belén hasta esta hora definitiva de su proyecto de salvación en El Calvario.
Naciendo pobre en Belén acompañado por pastores, los más humildes de su tiempo, ahora muere entre dos humildes hombres condenados por delitos públicos. A aquellos les ofreció la alegría de verlo nacer como signo de la aurora de un gran día que ya despuntaba, a uno de estos malhechores le ofrecer en ese mismo instante la gracia de llegar a esa aurora definitiva y prometida.
El Jesús que, en su vida narrada por Lucas, lleno del Espíritu Santo ora una y otra vez, termina también entre la más natural experiencia de volver continuamente a través de la oración a su Dios y Padre, manifestando hasta el final su ser de perfecto modelo del orante. Pero su ejemplaridad marcada por una muerte tan coherente como lo ha sido toda su vida, no solo se basa en la oración, sino también en esa manera única de mostrar a sus discípulos de todos los tiempos, la práctica del perdón a los pecadores y el perdón por las ofensas recibidas: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Lección que repitió durante toda su existencia terrena. A este mismo nivel de amor y misericordia se encuentra el episodio del criminal arrepentido al que Jesús ofrece el don de la salvación en el reino venidero. Toda la pasión narrada por el tercer evangelista nos sirve de parámetro meditativo para ver en primer lugar al Mártir del Calvario como el ejemplo que debemos seguir, pero a la vez, buscar en esta semana el deseo de acompañarlo en el misterio de su muerte redentora, ocupando el lugar esos varios personajes que se presentan en la narración, a saber: el grupo de los doce, Pedro, Simón de Cirene, las piadosas mujeres que se lamentan por Él, las autoridades judías y romanas, el grupo numeroso de los curiosos que estaban allí por motivos de la fiesta de Pascua, Etc. Meditar el relato de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en este Domingo de Ramos, es la mejor forma para adornar esa palma bendita que portando en nuestras manos es signo de querer estar toda la semana contemplando a aquel que como dice la Escritura “lo traspasaron” con los clavos en la cruz y todo por nuestro amor y salvación.