El comentario al Evangelio de este domingo, parte de una “auto-revelación” de Jesús, que nos llama a creer en Él. El marco especial que se nos revela, es la Última Cena, el lenguaje está ubicado dentro de los así llamados: “discursos de despedida” de Jesús (Caps.13-17), narrados solamente por san Juan. Llama poderosamente la atención la articulación armoniosa con la cual el evangelista nos va llevando a una cumbre teológica, rica de declaraciones fundamentales como la de hoy: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Su explicación profunda pero sencilla afirma, que para quienes acompañan a Jesús, Él no es sólo la puerta de las ovejas, sino también es el “camino” que nos conduce al Padre, a través de la “verdad” de su revelación, que es el Evangelio y finalmente Él nos hace llegar a la “vida” verdadera en la unidad con las tres personas divinas. Jesús es pues, el comienzo y la meta de todo vivir humano, es el fundamento y la bóveda de la Iglesia de Dios, es su base terrena y su vértice más alto que toca y traspasa los cielos.
Sentados a la mesa, los discípulos escuchan atentamente a Jesús, Tomás apodado el Dídimo (que en griego significa el “gemelo”), ante las palabras de despedida de Jesús, cuando él afirma que tiene que hacer el viaje hacia la casa del Padre, lenguaje simbólico de un palacio celestial, que indica la comunión de Jesús con Dios, después de su muerte, Tomás se atreve a preguntar: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino”? La respuesta de Jesús está cargada de poder: siguiendo sólo el Evangelio, por Él anunciado y que se ha encarnado en Él, es como encontrará el camino de la vida plena y perfecta, el camino para llegar a esa realidad donde estará Él. Desde tiempos muy antiguos el término “camino (Derek)” se utilizó en sentido figurativo para referirse a la actividad humana en general.
En Israel, los profetas, como los Salmos y los libros de la corriente sapiencial, enseñaron que los “caminos del YHWH” eran sus mandamientos. Los “caminos” que seguía el pueblo llevaban a la muerte, mientras que los de YHWH conducían a la vida. En el Nuevo Testamento, especialmente en los libros de los Hechos de los Apóstoles, también la comunidad cristiana primitiva se auto-designo como “el camino” porque se entendía a sí misma como una forma de vida que tenía su razón de ser en el acto salvador realizado en Cristo. Hoy podemos constatar entonces, que Juan lleva a su punto más alto esta idea, al afirmar que el “Camino” es Jesucristo.