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Editorial |Nuestra voz | ¿Vocación tardía?

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Quienes descubren la llamada divina al sacerdocio, a la vida consagrada o al matrimonio, ya a cierta edad y tras años de trabajo, sin haber estudiado en el seminario menor, frecuentado la parroquia en su juventud o después de haber sido soltero largo tiempo, saben que para Dios no hay tiempo y que llama cuando y a quien quiere para una u otra misión, de tal modo que usar el término “vocación tardía” sobre todo en el ámbito divino o sobrenatural, es algo inexacto y en todo caso, no debiera tener connotación negativa, porque podríamos decir que solo “humana o cronológicamente” son vocaciones tardías.

Si para Dios no hay tiempo ni espacio ¿qué más da que nos llame antes o después? Bien mirado, nunca habrá un demasiado pronto o un demasiado tarde. Muchas veces y de eso son testigos los formadores de seminarios, conviene que el candidato antes de su ordenación amplíe el período de discernimiento, o espere a terminar sus estudios profesionales comenzados, o que se desarrolle profesionalmente durante un período, que trabaje, que se exponga al mundo real, al mundo de interacciones interpersonales, a la competencia, todo eso por motivos de prudencia y formación, a fin de asegurarse de que la opción a ser sacerdote o religioso o religiosa es real y que la única motivación es abrirse a “ponerse en camino”, a “no vivir para uno mismo” sino para Él y para los hermanos que más los necesiten; porque lo importante, como casi en todo, es la calidad y no la cantidad. Por eso cuando la gente habla de vocación tardía como si fuera una locura, un atrevimiento, una fanfarronada o la absurda persecución de una quimera, lo hacen porque no conocen la fuerza con que Dios atrae y llama a un proyecto que ha de realizarse en libertad, integrando dotes naturales, tendencias y posibilidades y que supone un salto final con una cierta dosis de riesgo, de ahí que decir sí, depende de la confianza que la persona tenga en el que la llama; porque a nadie se le presenta el porvenir de un determinado camino, como una película en la que aparecen todas las circunstancias en que le va a tocar vivir.

La llamada, tardía o no puede ser descubierta de muchas maneras, de ahí la importancia de estar siempre abiertos y atentos, puede ser descubierta en un momento de crisis, de tentación, de prueba, cuando sólo nos queda Dios; en una experiencia larga de Dios en la oración o en un experiencia asidua de la lectura del Evangelio; en la maduración en la fe en un grupo católico o al servicio de la Iglesia como lector, monaguillo, Ministro Extraordinario de la Comunión o en unos ejercicios espirituales; en el mismo pecado, ya harto de ir por un camino de esclavitud y de tinieblas. Puede ser que la descubra de golpe o que poco a poco vaya surgiendo en la vida ya que no hay edad para que aparezca. Lo cierto es que la llamada exige una respuesta. Y una respuesta pronta, urgente y radical, pues la fuerza de la llamada cuando no se concreta pronto, se apaga.

¿Es superior la Misa en latín a la Misa en español? 

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En los últimos tiempos, ha surgido un debate en la Iglesia Católica respecto a si la Misa en latín es superior a la Misa en español u otros idiomas vernáculos. Es importante aclarar que la validez de la Misa no depende del idioma en que se celebre, sino de la intención correcta y la conformidad con las normas litúrgicas establecidas por la Iglesia. 

La Misa en latín, conocida como la Misa Tridentina, tiene una larga tradición en la historia de la Iglesia y ha sido una fuente de gracia espiritual para muchos fieles a lo largo de los siglos. Sin embargo, la introducción de la Misa del Novus Ordo en lengua vernácula fue una respuesta pastoral del Concilio Vaticano II para permitir una mayor participación activa y comprensión por parte de los fieles. 

Es fundamental comprender que ninguna forma de la Misa es superior a la otra en términos de su validez o su capacidad para santificar. La Iglesia reconoce ambas formas como legítimas y valiosas para la vida espiritual de los fieles. 

Además, es importante señalar que la propaganda ideológica de la superioridad de la Misa en latín puede conducir a divisiones dentro de la Iglesia. Los sedevacantistas y otros grupos que promueven la idea de que la Misa en latín es la única forma legítima de celebración litúrgica pueden fomentar un cisma peligroso dentro de la comunidad católica. 

La unidad en la diversidad es un principio fundamental en la Iglesia Católica. Promover un ambiente de respeto mutuo y diálogo constructivo entre quienes prefieren una forma litúrgica sobre otra es crucial para preservar la comunión eclesial y el amor fraterno que Cristo nos enseñó. 

En conclusión, nuestra fe nos llama a celebrar la diversidad de expresiones litúrgicas dentro de la Iglesia con humildad y respeto. Que la búsqueda de la verdad y la unidad en Cristo nos guíen siempre en nuestro camino de fe y comunión. 

Que la paz de Cristo esté con todos nosotros mientras continuamos creciendo en la santidad y el amor cristiano en nuestra comunidad eclesial. 

Olanchanos celebran la vida del Padre Gauci

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El Padre Alberto Gauci OFM, quien llegó a tierras olanchanas en la década de los 70´s, celebró un año más de su nacimiento, con la feligresía católica de la Diócesis de Juticalpa, ubicada en el departamento de Olancho, la que se volcó en felicitaciones y deseos, pidiendo a Dios y la Santísima Virgen María que lo colmen de bendiciones y felicidad.

Orgullo

El franciscano es considerado un hijo predilecto de Olancho por los frutos de sus obras y su guía espiritual, la que ha forjado en toda la feligresía de Juticalpa y sus alrededores, una cultura de paz y armoniosa convivencia. Durante muchos años, el Padre Gauci ha sido gestor para que relevantes proyectos solidarios, deportivos y humanitarios sean una realidad en nuestra sociedad. El también ganador del Premio Quetglas, de la fundación Obras Solidarias Vicentinas en 2015 y Doctor Honoris Causa de la UNITEC, se ha ganado el respeto y cariño de todo un departamento que le prodiga, según sus propias palabras, un amor especial característico del olanchano.

Reflexión | Libertad de Culto

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Cuando en aquellos tiempos de mi adolescencia, nos tocó estudiar la clase de Moral y Cívica, y que todos los que recibimos esas clases coincidimos en que fue un grandísimo error retirarla del plan de estudios, uno de los temas que más disfruté, sin duda, fue el estudiar los derechos y libertades de los que goza un ciudadano, profundamente ligado a sus deberes. Esta idea fundamental, de ligar los derechos a los deberes, está profundamente unida a la moral cristiana y el derecho natural, por eso cuando tuve la gracia de estudiar la Moral Fundamental, me resultó fácil porque como dice el refrán: quien con una luz se pierde es porque en tinieblas quiere caminar. En estos días, a raíz del semi conflicto suscitado por la publicación de la derogación de convenios que el Estado de Honduras había suscrito con algunas instituciones religiosas para el manejo migratorio de quienes prestan un servicio en ellas y que han nacido fuera del territorio nacional, me vino a la mente mucho de lo estudiado en aquellas clases.

Tanto la libertad de culto como la libertad de expresión son pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad civilizada del planeta. Es evidente que sólo los gobiernos totalitarios son los que tienden por una cobarde manera de concebir el ejercicio del poder, a restringir estos derechos. Es muy cierto que, este gobierno en particular, no sé si adrede o por errores del mal manejo de las relaciones con las instituciones y con los gobiernos que tienen representación diplomática en el país, se ha dedicado a abrir frentes de conflicto que en muchos casos podrían evitarse.

Por eso, aunque fui requerido para hacer alguna declaración respecto a esta crisis, que gracias a Dios parece haber sido abortada, me abstuve de hacer ningún comentario dado que, en nuestro ambiente es imposible hacer distinguir lo que puede opinar particularmente un ciudadano como lo soy yo, y que lo que opine termine viéndose como la opinión de la Conferencia Episcopal de Honduras, o peor aún, como acostumbran hacerlo a decir en los medios: la iglesia dice esto. Claro que no es fácil callarse cuando uno sabe qué, aunque aparentemente no es una política institucional, nos topamos con funcionarios que quieren danzar al ritmo del caos y, como lo escuchamos de las declaraciones de algunos mal llamados padres de la patria, incluso se atreven a citar la historia y a uno de nuestros próceres como enemigo de la iglesia.

Como historiador, sencillamente lamento la infinita ignorancia con la que algunos de ellos se desenvuelven. Creo que hasta leer les cuesta un poco. Debemos sacar lecciones de lo ocurrido. Cuando hay un convenio se habla con los involucrados antes de publicar una disposición unilateral, para evitar malos entendidos. Segundo, suficientes conflictos tenemos en el país como para creer que enfrentando a las instituciones que han asumido responsabilidades que el Estado no tiene capacidad de atajar y que por nuestra condición de pasto- res nos es más fácil identificar.

La Virgen del Carmen es intercesora por excelencia

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1 Protectora

Ella se encarga de llevar una a una a las ánimas benditas ante la presencia de Dios para entrar en el cielo. La relación de la Santísima Virgen con las Ánimas del Purgatorio es profunda y eterna. Ella es mediadora universal de los seres humanos ante Dios y abogada en el momento en que seamos juzgados.

2 Sacramental

El signo más visible de la devoción a la Virgen del Carmen es su escapulario. Llevar este sacramental de la Virgen del Carmen es signo de consagración a María, de confianza en su protección, como una buena madre.

3 Promesa

La Virgen del Carmen transmitió a San Simón Stock, que quien vistiera el Escapulario, no padecería el fuego del infierno. El mismo mensaje se le transmitió al Papa San Juan XXII indicándole que ella sacaría del Purgatorio, el sábado siguiente al de su muerte, a quienes hubieran vestido este sacramental.

4 Documentos

En el año 1322, el Papa Juan XXII promulgó la Bula Sabatina en la que reflejó a la Virgen como “poderosa intercesora de las ánimas del purgatorio y valedora de todos los difuntos”, es por ello que, en muchas de las lápidas en los cementerios cuentan con una imagen de la advocación carmelita.

5 Bendición

El escapulario está compuesto por dos piezas de lana en tono marrón que están unidas entre sí por dos cordones. Éste representa el hábito de la Orden del Carmelo, y es un sacramental, por lo que debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote. Tanto la bendición como su imposición valen para todos los Escapularios.

6 Orgullo

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, decía: “Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios”.

Homilía del señor Arzobispo de Tegucigalpa para el Decimoquinto domingo del Tiempo Ordinario

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Un estilo moderado y austero de vivir es en sí mismo un anuncio del Evangelio de Jesús. Las formas son en sí mismas un mensaje. En medio de un mundo de derroche, ostentación, vanagloria… una vida sobria supone un potente mensaje de rebeldía. Nos preocupa a todos que la Iglesia cumpla su misión, que es evangelizar, es decir, llevar de palabra y de obra el anuncio del Reino de Dios a las personas. En vistas a una mayor eficiencia, en seguida pensamos en las redes sociales y en medios casi comerciales.

A veces, esas técnicas o recursos son útiles. Pero poner toda nuestra esperanza en la fortaleza de los medios humanos es un gran error. El Evangelio tiene un componente “contra cultural” y una dimensión “misterial” que trasciende los criterios sociales. Más aún, como decimos, la sobriedad en el estilo de vida es, en sí misma, un mensaje de coherencia y obediencia a Jesús que sigue diciendo a los que envía: “no lleven pan, ni zurrón, ni dinero en la faja, sandalias sí pero dos túnicas no”. La misión se lleva a cabo con la confianza en Dios, y solo en Él.

La frase, “no lleven nada para el camino”, significa también, “no lleven ustedes el camino hecho, construyan el camino de la misión conforme el Señor les vaya mostrando”. A veces, tenemos ideas preconcebidas de una acción pastoral o un lugar de evangelización, con lo cual, dejamos poco espacio a la “sorpresa de Dios”.

Si el fin de la misión es vivir el camino de Dios, podemos decir que caminarlo unidos es, en sí, ya un fin. Añade Jesús la advertencia de quedarse en una misma casa, es decir, conformarse con lo que les den por su tarea. Pero si no les reciben, no es a ellos, sino a quién les ha enviado a quién rechazan. Significar ese rechazo es una forma de hacer notar la dureza del corazón, e invitar a un cambio, es decir, a una escucha atenta.

Por último, el pasaje Evangélico de hoy resume la misión de los apóstoles en: predicar, exorcizar y ungir. Es decir: llamar a la conversión; luchar contra el mal en todas sus formas; y consolar al que sufre. La predicación se convierte en acontecimiento y el acontecimiento da testimonio de la predicación, porque cuando van los discípulos por los caminos del mundo es el único Cristo quién camina en ellos. Por tanto, en ellos como en Jesús, mensaje y actividad no se distinguen. Nada en ellos debe oscurecer la Palabra de la que son portadores. La coherencia de su vida y sus medios pobres transparentan el don recibido y anunciado. Recordamos también las otras palabras de Jesús: gratis lo recibisteis, gratis dadlo.

Evangelizadores, dejad claro que nada buscáis para vosotros, ni dinero, ni honra, ni agradecimientos… El vestido de la sobriedad es el complemento perfecto para las sandalias de la misión. Necesitamos misioneros, sí, necesitamos hombres y mujeres austeros que renuncian a todo por servir a la misión.

Papa Francisco: Comunión y sobriedad son valores importantes para nuestra vida cristiana

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Desde el Palacio Apostólico como cada domingo, se asomó el Papa Francisco para saludar y acompañar a los fieles que llegaron hasta la Plaza de San Pedro para la oración mariana del Ángelus.

En el Evangelio de hoy nos habla que Jesús envía a sus discípulos de “dos en dos” a la misión y que lleven con ellos solo lo necesario, de ahí, la invitación del Pontífice a reflexionar que el Evangelio no se anuncia solos, sino juntos, como comunidad, y para hacerlo es importante saber mantener la sobriedad. “Saber ser sobrios en el uso de las cosas, compartiendo los recursos, las capacidades y los dones, y prescindiendo de la superfluo, para ser libres y para que todos tengan lo necesario para vivir dignamente y contribuir activamente a la misión”.

El Papa también subrayó que hay que saber “ser sobrios en los pensamientos y en los sentimientos, abandonando las visiones parciales, los prejuicios y las rigideces que, como equipaje inútil, pesan y obstaculizan el camino, para favorecer en cambio el debate y la escucha, y así hacer más eficaz el testimonio”.

Nos invitó a demás, a pensar lo que sucede en nuestras familias o en nuestras comunidades, cuando nos conformamos con lo necesario, incluso con poco, con la ayuda de Dios, somos capaces de avanzar y de llevarnos bien, compartiendo lo que hay, renunciando todos a algo y apoyándonos mutuamente, apuntó el Pontífice.

Y prosiguió diciendo, “y esto es ya un anuncio misionero, antes e incluso más que las palabras, porque encarna la belleza del mensaje de Jesús en la concreción de la vida. Una familia o una comunidad que viven de esta forma, de hecho, crean a su alrededor un ambiente rico de amor, en el que es más fácil abrirse a la fe y a la novedad del Evangelio y del que sale mejor, se sale más serenos”.

“Queridos hermanos y hermanas, comunión y sobriedad son valores importantes para nuestra vida cristiana: comunión, armonía entre nosotros y sobriedad son valores importantes, valores indispensables para una Iglesia que sea verdaderamente misionera, a todos los niveles”.

Por último, pidió que María, Reina de los Apóstoles, nos ayude a ser verdaderos discípulos misioneros, en la comunión y en la sobriedad de vida. En la comunión, en la armonía entre nosotros y en la sobriedad de vida.

Palabra de vida |“Jesús llamó a los Doce… no tomen nada para el camino…”

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En el Evangelio de este domingo, Cristo les dirige un breve llamado a los primeros discípulos del grupo de los Doce, basado en dos compromisos fundamentales: la pobreza y la valentía. Este llamado encaminado a la “Misión”, exige la entrega total, las manos deben estar libres de bolsas y de dinero; la grandeza de la figura del apóstol no se mide sobre las insignias oficiales y sobre las túnicas diversas y bien recamadas; el viaje misionero no se ve pavimentado y rodeado de los privilegios ofrecidos a diplomáticos y embajadores.

Al contrario, continúa Jesús, la misión conoce el rechazo, con puertas que se cierran, con oídos que ignoran, con los labios que menosprecian. Con el único tesoro de la palabra de Dios y con la fuerza de su Espíritu, el discípulo camina por el mundo sembrando la esperanza y la alegría entre quienes quieren acogerlo y escucharlo. Nadie deberá olvidar, escuchando tan maravilloso relato, que la iniciativa de la llamada ha sido del Señor, como señala la carta a los Hebreos, nadie se puede arrogar este privilegio, es puro don gratuito y libre de la voluntad divina.

La llamada de Jesús, entra dentro del misterio que encierra, esa acción de Dios que ha querido romper el silencio de su realidad con su palabra y sus obras. De aquí que elija a los Doce, para que puedan ser continuadores elegidos de este proyecto de salvación y, éstos a su vez puedan llevar el eco de su voz a otros que quieran escucharla para luego seguirla. La vocación es, pues, un dejarse aferrar, conocer, buscar y dejarse encontrar por Dios que pasa por las calles de nuestras ciudades, por los caminos de nuestros campos y toca a las puertas de muchos hogares. Él sabe elegir a los que quiere, cuándo quiere y a dónde quiere. Deberemos no estar distraídos o encerrados en nuestros propios egoísmos, para rogarle como lo hizo Abrahán cuando el Señor pasó por su casa en el encinar de Mambré: “Mi Señor, por favor, te ruego que no pases sin detenerte con tu siervo” (Gn 18,3). Con la Palabra de Dios de este domingo, podríamos preguntarnos para ayudarnos a la reflexión: ¿Ha pasado el Señor por mi vida en algún momento? ¿Qué respuesta le he dado a su llamada?

Si abandona su vocación, debemos acuerparle con oración y compañía

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La vocación es un llamado, como en reiteradas ocasiones lo hemos definido, pero con esta convocatoria a seguir al Señor, también hay momentos de soledad, angustia, miedo y decisiones, muchas de ellas que van enraizadas en dejar una vocación para asumir otra. La vida cristiana, debe, de hecho, girar en torno a ello, a encontrar la vida de servicio donde más encaje y con la cual, el empeño que coloco sea el más idóneo y significativo.

Acompañar

En ocasiones, quienes han emprendido esta senda pueden encontrar dificultades tan grandes que consideren abandonarla. En esos momentos de crisis, la comunidad cristiana tiene un papel fundamental: acuerpar a aquellos que están luchando con su vocación mediante la oración y la compañía. La decisión de abandonar una vocación no se toma a la ligera. A menudo, es el resultado de un prolongado período de lucha interna, dudas, y desafíos externos. Las razones pueden ser múltiples: desde una crisis de fe, problemas personales, hasta circunstancias difíciles en la vida de la persona. Es crucial que la comunidad no juzgue, sino que busque entender y ofrecer apoyo genuino.

Esperanza

Cada vocación es diferente, según el elegido, según el llamado e incluso, interviene mucho la respuesta que se da. Nunca debemos perder de vista la esperanza en la Divina Providencia de Dios, porque Él tiene un plan para cada uno de nosotros, incluso cuando no podemos verlo claramente. Acompañar a alguien en su crisis vocacional o en consecuencia, a quien abandonó su llamado, es también un acto de fe en que Dios, en su infinita sabiduría y amor, guiará a esa persona hacia donde Él quiere que esté. En definitiva, Dios capacita a quienes elige con el don del discernimiento y quien abandona una vocación, es de gran manera, alguien valiente porque es sincero consigo mismo, con Dios y con la comunidad, misma que debe aceptarle y orar por su pronto encuentro con la verdadera vocación.

1 Oración

La constante plegaria por quienes asumen una vocación es fundamental rogando al Señor la lleven a término, pero también se vuelve primordial en quienes optan por dejarla, tomando en cuenta que Dios actúa en todo tiempo y con todos los seres, ante esto, el llamado es a siempre orar por los ‘’vocacionados’’, pidiendo puedan encontrar la vocación que les llene de felicidad y sirvan de mejor manera.

2 Forzar

En algunos momentos, podemos caer en querer ‘’a la fuerza’’ guiar una vocación, quizá no sabiendo los verdaderos deseos de quien se encuentra en una encrucijada y desea guiar su vida de servicio por otro sentido, ante esto, debemos respetar las posturas y las decisiones de cada uno. Obligar para que una hombre o mujer llegue a su ordenación o a sus votos, no es sano para la Iglesia ni para la persona.

3 Comprender

Una de las bondades que el pueblo católico debe tener ante quien decide dejar el seminario o abandonar una congregación religiosa, es la comprensión, una virtud que se debe ir fortaleciendo entre la feligresía y que tiene que ver con entender que Dios tiene el control del tiempo y del espacio, que, además, esto no es signo de alarma sino de sinceridad con la comunidad.

El camino vocacional busca formar pastores según el corazón de Dios

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 “Escuchar, discernir, acompañar”, tres verbos que enfatizan la importancia de promover las vocaciones, cumpliendo el mandato del Señor de rogar al dueño de la mies, que envíe más operarios a su viña. Es por lo que, existe un proceso de formación sacerdotal, que va desde el llamado, un paso por el seminario hasta el servicio pastoral ya ejerciendo el ministerio.

Corazón

El profeta Jeremías nos recuerda que, los sacerdotes son llamados a ser pastores según el corazón de Dios. Víctor Velásquez es seminarista de la Diócesis de Danlí y señala que, esto se cumple “entregándose plenamente al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Su formación integral les permite enfrentar los desafíos con fe, esperanza y caridad, siendo testigos auténticos del amor del Señor”.

Carlos Fernando López, quien ya concluyó sus estudios y se encuentra en el año pastoral, previo a la ordenación diaconal, agrega que, la formación sacerdotal en Honduras es un proceso muy completo e integral. “Se fundamenta en cuatro columnas formativas: la parte humana, esto se refiere a que la humanidad del candidato pueda ser moldeada para el futuro ministerio al que se prepara, esto es: virtudes que deben trabajar, recibir acompañamiento psicológico para conocerse a sí mismo y tener las herramientas para acompañar espiritualmente a otras personas”.

Proceso

El presbítero Heber Noé Espinal de la Diócesis de Choluteca, es actualmente uno de los formadores del Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa, Él explica que, la Pastoral Vocacional es la acción evangelizadora de la Iglesia en favor de todas las vocaciones. “El proceso de acompañamiento vocacional tiene unas exigencias académicas. Generalmente este es el proceso de formación sacerdotal: haber aprobado la primaria o educación básica, tener un título de secundaria, un año Introductorio o propedéutico, tres años de estudios filosóficos conocido como ‘’etapa discipular’’ y cuatro años de estudios teológicos llamado ‘’etapa configuradora’’”. A este tiempo, indica el presbítero, se le suma un espacio de inserción pastoral en cada una de sus diócesis, llamada ‘’etapa de síntesis’’, de cara a la ordenación diaconal y luego sacerdotal.

Importancia

El padre Bernardino Lazo, quien también es formador de los jóvenes en el Seminario y Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, enfatiza que, el proceso formativo busca que los jóvenes se configuren con Cristo, sacerdote y pastor, desde la realidad de cada uno, desde el ser, desde su identidad humana, que ellos puedan alcanzar una identidad de Cristo, buen pastor.

Un buen pastor que, debe conocer a sus ovejas, debe conocer el camino por donde andan las ovejas, los contextos en donde están, con un corazón abierto para todos y todas, sin excluir a nadie. El corazón del pastor no puede excluir a nadie y debe estar preparado para llevar la salvación de Cristo a todos. “Hoy más que nunca, en el siglo XXI, los hombres y mujeres de hoy, tienen sed de Dios y solo Jesucristo el Señor, puede saciar esa sed de Dios, esa sed en las almas”. Asimismo, agregó que, quienes se preparan para el ministerio sacerdotal, deben poseer un ser un pastor auténtico, ya que, esto no ha pasado de moda y no se puede relativizar, “Por eso el empeño como formadores en el Seminario, lo que se debe pedir, manifestar aquella persona que está en el proceso formativo, debe ser acorde a lo que debe ser un pastor. Por lo tanto, tiene que cultivar las virtudes de nuestro Señor, las actitudes, el estilo, la forma y la manera de nuestro Señor para el día de hoy y lo que el Señor manda” recalcó.

Cercanía sacerdotal

En el proceso formativo, hacen falta sacerdotes plenamente humanos, capaces de buenas relaciones, maduros para afrontar los retos del ministerio, para que el consuelo del Evangelio llegue al pueblo de Dios a través de su humanidad transformada por el Espíritu de Jesús. Deben permanecer unidos al Pueblo de Dios, esta pertenencia, les custodia, les sostiene en sus fatigas, los acompaña en las angustias pastorales y les protege del riesgo de desconectarse de la realidad y sentirse omnipotentes.

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