Estamos a menos de 60 días de un proceso electoral que a todas luces está ya marcado por la sospecha, la descalificación de los contendientes y la manipulación de las encuestas. Realmente el desgaste de las instituciones y de quienes las coordinan es espeluznante. Esto va a crecer, mejor dicho aumentar más en la medida que se acerque el 28 de noviembre.
Hasta el momento las pocas propuestas que se han hecho siguen dejándonos una sensación de falta de seriedad y siguen jugando con presentar proyectos, no solo descabellados, sino que generen polémica. De hecho lo que generan más, es división. Para el caso el tema del aborto y del matrimonio que ellos llaman “igualitario”, no deberían ser temas de campaña, porque en el fondo no es un asunto de superación de machismos o de feminismos sino de respeto por la dignidad de la persona humana.
Lamentablemente nadie habla dela formación de las nuevas generaciones. Si somos acuciosos, incluso descubriremos que los tales planes de Gobierno que proponen, no permiten observar cómo se invertirá el dinero para educación, ya que decir que esta se va a mejorar, no es un plan sino un eslogan y de esos no ocupamos más.
Van pasando los días y la sensación de agotamiento, de cansancio frente a las niñerías de los candidatos y candidatas nos dejan con el mal sabor de lo que se nos viene encima. Decía mi abuela que “Por las vísperas se conoce la fiesta” y esta no parece será una fiesta al menos que nosotros nos tomemos en serio nuestra responsabilidad ciudadana.
Si hay descontento y frustración por la calidad de la mayoría de los que se han postulado a cargos públicos, mucho mayor es la razón para que hagamos sentir ese descontento en las urnas. Sigo insistiendo en que el éxito de ellos está en alienar a los que nos formamos parte de ninguna estructura partidaria. Su “voto duro” no les debería ser suficiente si el resto de nosotros participáramos.
No se trata de condenar o negar el derecho que cada cual tenga de pensar en votar en favor de los de siempre, pero seríamos demasiado ciegos y cómplices si creemos que darle el poder a los que ya lo han tenido significará un cambio en bien del país. Más de lo mismo, más de las mismas mandracadas ya no necesitamos. Se necesita liberar la “cosa pública” del control de estos corruptos que si no fueron mencionados en los Panamá Papers o ahora en Pandora, sabemos que tienen vínculos directos con quiénes sí lo fueron.
Debemos ser muy exigentes a la hora de entregarle nuestro voto a quienquiera que sea. Lo dicho hasta la saciedad es imprescindible: elegir no es lo mismo que votar, hay que saber elegir bien. No me queda más que recomendarles el foro que organizó la Pastoral Social y la Dimensión Samaritana, sobre política hace unos días. Lo pueden encontrar en las redes sociales o en Suyapa Medios. Eso debería darnos una pauta de cómo saber elegir.