La vocación es un don de Dios, una llamada en nuestra vida, pero también es una tarea que debemos realizar, si queremos ser fieles a la voluntad del Señor. Esta se va forjando en el camino llamado vida, que tiene obstáculos, pero que su recompensa es mucho mayor. En la historia vocacional de esta semana, conoceremos la vida del Padre Fernando Velásquez, un migrante y campesino a quien Dios le fue indicando el camino.
Migrante El presbítero recuerda que, desde la niñez, tuvo una vida migrante y llena de dificultades. Es originario de El Triunfo, Choluteca. Proviene de una numerosa familia dedicada a la agricultura, le tocó vivir en muchos lugares del país. Con el conflicto armado entre Honduras y Nicaragua en 1988, pierde su casa por un bombardeo y se trasladan a un pintoresco lugar llamado “Portal del Infierno”, en las inmediaciones del Río Patuca y después a otras comunidades cercanas. En San Francisco de la Paz, con la ayuda del Padre Andrés Tamayo, logra iniciar sus estudios, que debido a las dificultades económicas no había podido realizar.
Sueños Velásquez confiesa, que nunca pensó en ser sacerdote, “En mis pensamientos solo estaba la cacería, lavar oro y andar en canoa por el río y la Mosquitia“. Pero el contacto con algunos presbíteros, lo motivó a querer seguir sus pasos. Fue rechazado algunas veces en ese proyecto vocacional, pero fue persistente en ese caminar.
Cuenta la anécdota, que, en una ocasión, para lograr realizar sus estudios, tuvo que vender una, de las dos mudadas de ropa que tenía y así logró comprar sus cuadernos. El presbítero señala, que tuvo una vida llena de sacrificios para salir adelante. Además, agregó, que, en su juventud, una novia lo dejó, porque le dijo que él no tenía como mantenerla y lo cambió por un maestro. De esto también se vale Dios, para ir purificando el camino sacerdotal.
Llamado Su camino vocacional comenzó en el Seminario Menor. Al estar en Tegucigalpa, cursando sus estudios sacerdotales, tuvo una crisis bastante grande. Quiso dejar el proceso, por la pobreza que se vivía en su familia, quería ayudarlos a salir adelante, pero con la ayuda del obispo y los consejos de su mamá, optó seguir en el seminario y logró concluir sus estudios.
Ministerio Al terminar su proceso de formación, rápidamente fue ordenado diácono y lo asignaron al norte de Olancho, en la parroquia de Gualaco. Allí junto al pueblo de Dios, defendió el medio ambiente y debido a esto, cierto día que iba a realizar una celebración de la Palabra, fue secuestrado por un tiempo y amedrentado, estuvieron a punto de matarlo, “me pusieron las armas en la boca, me quebraron varios dientes, salí golpeado, porque me querían matar”. Logró salir de esa situación, por la misericordia de Dios. Logró continuar con su ministerio y ya como sacerdote, le ha tocado estar en varias de las parroquias de la Diócesis, entre ellas, la de Gualaco, San Francisco de la Paz, Manto, Patuca, La Unión, Catedral en Juticalpa y actualmente en Santo Tomás Apóstol, de Catacamas.
Anécdotas del Padre Fernando
El Padre Fernando Velásquez, busca ejercer su ministerio sacerdotal cercano al pueblo, es por ello que, entre sus múltiples experiencias, recuerda con agrado como le ha tocado caer del caballo, darse vuelta en las canoas, mientras se dirige a alguna comunidad por el río, o las distancias que le ha tocado recorrer para proclamar la Palabra de Dios. Es común, que en las comunidades que visita, de den de comer; cusuco asado o lomo de boa.
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