Luego de regresar a Tegucigalpa tras haber participado durante el mes de octubre en el Sínodo de la Sinodalidad, Monseñor José Vicente Nácher, celebró en la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel la Eucaristía correspondiente al Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario.
Durante la homilía dijo que el pasaje evangélico de Evangelio tiene lugar en Jerusalén, donde Jesús va a padecer, morir y resucitar. Cristo es por excelencia el humillado por el pecado de los hombres, y el exaltado por el poder de Dios. A partir de ahí, podemos entender el Evangelio y aplicarlo a nuestra vida. El que se enaltece a sí mismo será desenmascarado de su ambición. El que acepta su pequeñez, será con Cristo enaltecido. Porque el que con humilde sinceridad se sabe débil, se asemeja a Cristo y acepta su camino. ¿Qué ocurre en el mundo? El mundo que no escucha a Cristo vive de otra manera, pero entre nosotros, en nuestras familias cristianas, en nuestras comunidades de fe, en nuestras parroquias y en nuestra Iglesia entera sabemos cuál es el camino. No como falta estrategia, sino como autentica aceptación de la verdad profunda del Evangelio, con humildad.
Resaltó que Jesús dijo “ustedes hacen las cosas para que los vea la gente” y eso no es solo una crítica de aquellos tiempos, sino que, pues talvez también es una llamada de atención hoy para nosotros. Pareciera que el deseo de agradar, de ganarnos el beneplácito está como muy arraigado en el ser humano. Mucho de lo que hacemos, es para ser bien visto por los nuestros, por los que nos van a felicitar.
Razón por la cual, algunas cosas que sabemos deberíamos hacer, no nos atrevemos, por miedo a un rechazo social o un rechazo de nuestro ambiente, y se preguntó ¿Dónde radica ese miedo tan profundo? Solo los grandes santos -tras gran purificación- son los que han superado el llamado “respeto humano” y se preocupan de agradar a Dios.
El arzobispo de Tegucigalpa añadió que, en nosotros mientras alanzamos esa perfección hay como una inseguridad o debilidad, porque no podemos sostenernos por nosotros mismos. Entonces, miramos a los otros para apoyarnos mutuamente, y eso es normal, pero riesgoso. Cuando lo hacemos para ayudarnos a cumplir la voluntad de Dios, entonces es sana amistad, hermosa fraternidad. Pero cuando lo hacemos para tapar nuestros errores y deseos inconfesables, entonces es dañina complicidad.
También reflexionó, que no faltan las ocasiones en las que buscando ser fieles, nos sentiremos solos, incluso criticados, como Cristo lo fue. Pero si perseveramos en el Señor, no tardaremos en descubrir “santos y santas” de la puerta de al lado, cercanos, que no llaman la atención que como nosotros han puesto su confianza en Dios. No somos pocos los que queremos vivir conforme el Evangelio. Una de las razones muy importantes por la que debemos participar en la misa es porque mi fe no es algo extraño o aislado, sino que forma parte de una fe comunitaria y son muchas las personas que tienen mis experiencias de debilidad, de fragilidad, pero también de buena voluntad y sinceros deseos de Dios.
“Hagan lo que ellos dicen, pero no lo que hacen”. Se refiere Jesús aquí a los fariseos, que han corrompido la ley recibida. Con su “piadosa ambición” y eruditas palabras, solo se anunciaban a sí mismos en aquel tiempo, y podrían existir hoy. Hay muchas personas que cada día siguen, seguimos anunciando con humildad y sencillez el Evangelio, somos imperfectos, pecadores, pero Señor tu me has dicho que sea delegado de la Palabra, catequista, sacerdote, aquí estoy. No tengan miedo estén tranquilos. Sabemos que puede haber algún error, algún fallo, pero que no se extienda una desconfianza en todos los que predican, todo lo contrario. El Evangelio es más grande que sus portadores, aún a través de vasijas rotas, nos pueden llegar gotas de agua pura.
Culminó diciendo que, en la evangelización el predicador es solo una parte, otra es el que escucha con atención, pero la fuerza real la tiene el propio Mensaje, que es el de Jesús. Nuestra confianza no está solo en quién habla, sino de quién nos habla. Cuando el “primero de vosotros se hace servidor”, no hace falta muchas palabras para evangelizar, el buen ejemplo lo dice todo. Porque los sencillos no cargan fardos pesados en los demás, sino que toman su cruz y siguen a Jesús. Ellos, no son el camino, pero nos lo muestran en su vida.