En la Homilía en la Catedral Metropolitana de hoy, domingo 26 de noviembre, donde celebramos la solemnidad de Cristo Rey, Monseñor José Vicente Nácher Tatay detalló que hoy se culmina y se resume nuestro año litúrgico.
“En un sentido o en otro, pero no cabe la indiferencia ni el término medio, hay un destino y en gran medida está en nuestra libertad definirlo. El final de un año es el momento para que hagamos un balance personal y comunitario.”
Además, expresó que la vida no es una repetición monótona, sino un camino compartido por el amor que se llena de significado a cada paso. El camino y el destino final están vinculados íntimamente, porque amando buscamos el Amor.
Al igual, recalcó que vivimos el tiempo favorable, es decir, el hoy que nos permite hacernos cargo de nuestra vida. Este es un tiempo de oportunidad, pero no un fin en sí mismo, porque todo lo que vemos pasa.
No se trata de decir: “Yo pienso, es lo que hago”.
El arzobispo de Tegucigalpa puntualizó que llega un punto en que la persona ya no se da cuenta de lo que está haciendo, bueno o malo; simplemente, lo hace (a veces hasta extremos dramáticos). No se trata de decir: “Yo pienso, es lo que hago”. Es decir, practicando la misericordia, nuestro corazón se vuelve misericordioso, y olvidando y alejando de nosotros a los otros, nos hacemos indiferentes y autosuficientes.
La sensibilidad o frialdad que mostramos ante los demás expresa nuestra verdad más profunda, y con ello, nuestra relación con Dios. Nuestras acciones, en definitiva, son como nuestra “carta de presentación”. Caminamos juntos esta vida como una oportunidad de encuentro fraterno que nos prepara para el encuentro final ante Dios, recalcó el arzobispo.
Al término del mensaje, pidió que no perdamos la oportunidad de la escucha y del compartir fraternos, que nos capacitan para la alabanza y contemplación eterna de Dios.