Cada 14 de septiembre se conmemora el día de la Exaltación de la Cruz, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el significado profundo de la signo en nuestras vidas. Este día no solo se exalta el símbolo de la redención cristiana, sino que también nos ofrece una oportunidad para meditar sobre las cruces que cargamos diariamente y cómo estas pruebas pueden ser enfrentadas con fe y fortaleza.
Fray Hjalmar Cálix, Párroco de la comunidad Sagrada Familia en Comayagüela, nos comenta como poder aceptar nuestra cruz durante nuestro diario vivir al decir “En la vida, a todos nos toca experimentar problemas de diferente naturaleza, que se podrían atribuir a las consecuencias de nuestras acciones, a las decisiones equivocadas, como parte de la vida, incluso algunos dicen a la mala suerte”. El Presbítero recuerda que “el cristiano tiene una óptica particular para ver las dificultades: la fe; el cristiano no olvida lo que Jesús nos dice en su Palabra: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’ (Mt 16, 24), sabe que la vida implicará vivir momentos difíciles pero que, apoyados en Jesús, no puede dejarse aplastar por ese peso, sino continuar; para eso, es necesaria la Gracia del Espíritu Santo en nosotros”.
Para Maryel Barrientos, quien es feligrés de la Parroquia Sagrada Familia, cargar la cruz que Dios pone en nuestras vidas, es un significado de amor y entrega. “Muchos murmuran, no la aceptan, se escandalizan o no sabe qué hacer. Para encontrar una respuesta es preciso primero identificar, ¿cuál es esa cruz? Pues no hay cristiano sin ella y seguir el ejemplo de Jesús, que aún y con el peso y el dolor nunca la soltó, por el contrario, aunque caía la abrazaba y la cargaba con amor, recordándonos qué del árbol que comieron Adán y Eva vino la muerte, pero también qué él hace nuevas todas las cosas y de ese madero nos vino la vida. Él mismo Cristo extendió sus brazos en la cruz, para recordarnos cuanto nos ama”. La Exaltación de la Cruz es un momento para renovar nuestra confianza en el poder redentor de Cristo. Nos invita a ver nuestras dificultades no solo como cargas, sino para unirnos con Dios.