La Iglesia necesita que todos seamos profetas, es decir, hombres de esperanza, siempre directos y nunca débiles, capaces de decir al pueblo palabras fuertes cuando hay que decirlas y de llorar juntos si es necesario” dijo el Papa Francisco en una de sus catequesis. Este llamado, se profundiza en esta pandemia, en donde no solo han salido los sentimientos más hermosos de solidaridad y caridad, sino que también se han visto reflejadas las injusticias, los actos de corrupción y los egoísmos más difíciles de superar en la actualidad.
Salida
Para responder a la interrogante de cómo ser una Iglesia profética en medio de la pandemia, el Padre Carlo Magno Núñez, rector de la Basílica de Suyapa nos recuerda que “Tenemos que ser una Iglesia en salida, no una Iglesia encerrada ni acomodada, que se caracteriza porque es un hospital de campaña, no es un museo de santos.”
Sobre esto, el Presbítero Núñez asevera que, en medio de esta crisis sanitaria que tanto daño está causando “una Iglesia profética, una Iglesia arriesgada, es la que se preocupa por los necesitados, una Iglesia de los pobres, que se preocupa por el bien del prójimo, que sale al encuentro de los más desposeídos y de los enfermos”. El Padre también manifestó que “estamos llamados a ver en el otro a un hermano, ser solidarios y dar más que palabras, razones concretas de fe a través del testimonio refrendado con actos de fraternidad y solidaridad”.
Realidad
La pandemia ha dejado a la vista la gran brecha de accesos a diferentes bienes y servicios que existe para las personas de nuestra sociedad. El máster en Teología Rolando Rodríguez, apunta que “La libertad que tanto enarbolamos desde nuestra vida democrática está manchada por las diferentes formas de esclavitud que vive nuestra comunidad, falta de acceso a servicios de salud, educación, vivienda, trabajo, etcétera, son males que aquejan a una gran mayoría de hermanos nuestros”.
Entendiendo esto, Rodríguez afirma que “quienes somos y nos sabemos Iglesia debemos hacer valer desde nuestro compromiso bautismal, la dimensión comunitaria de la dignidad humana. No somos siervos sino amigos del Señor y en este sentido, el mayor signo profético que podemos dar es que cada uno de nosotros sea baluarte y defensor de la dignidad de los demás”.
Confianza
En esta lucha por que se establezca el Reino de Dios en esta tierra, se debe tener la confianza puesta en Dios y en su justicia y misericordia. Es por ello, que el diácono permanente Javier Suazo, que pertenece al Consejo Editorial del Instituto Hondureño de Doctrina Social, indicó que “La Iglesia nos invita a seguir evangelizando hoy más que nunca y más fuerte, confiando en Dios, respetando y tomando con responsabilidad las medidas preventivas de bioseguridad”. Eduardo Ramos, integrante de este mismo instituto, añade que “Estamos llamados a dar signos de esperanza, de fe en un pueblo que está destruido, una sociedad que está destrozada por tantas cosas, por los problemas climáticos, económicos, de Gobierno, pero hoy la Iglesia te llama a ser luz, sal y fermento en medio de esta realidad que hoy vivimos”. Debemos tener presente la carta a los Filipenses que dice “No se inquieten por nada, más bien en toda ocasión, con mucha oración y ruegos, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias”.
Debemos defender la dignidad humana en todo momento
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica en el numeral 132 indica que “Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Esta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada”. Ante esto y en medio de una pandemia, se deben tomar acciones concretas para que se pueda considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente. “No debemos ver a los hermanos como objetos de caridad, sino como hijos de Dios y hermanos nuestros, al vernos de esta manera, podremos consagrarlos y ahora sí convertirlos en objeto de amor y fraternidad” mencionó Rolando Rodríguez, máster en Teología.