La vida consagrada es un don otorgado por Dios en el que las religiosas se convierten en madres y consejeras espirituales de las personas que ellas conocen en su caminar acompañadas de la Virgen María, quien es el más grande ejemplo de maternidad espiritual. San Juan Pablo II, en una carta que envió a estas mujeres, hace referencia a la maternidad espiritual como un valor verdaderamente inestimable por la influencia que tienen en el desarrollo de la persona y el futuro de la sociedad.
Dios creó a la mujer para gozar del placer de ser una madre y aunque al consagrarse las hermanas renuncian a este regalo, eso no les impide realizarse como tal acompañando a sus hijos en la oración y los consejos. La religiosa Amalia Muñoz, de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, dijo que “Siento que gracias a la obra del Señor, en mi vida se han podido gestar vidas que han nacido para su servicio, a estas personas las siento como mis hijos. He sido testigo de que Dios ha ido transformándolos”. De igual manera, Sor Cintia Castellanos, Hija de María Auxiliadora, compartió que “Al igual que una mamá, me preocupo por el bienestar integral de los hijos que el Señor me confía, me siento orgullosa de los logros y el camino realizado. Me inquieto cuando no son abiertos o no se dejan ayudar, siempre están en mi corazón y en mis oraciones.” De hecho, muchos de ellos me llaman mamá y a mí me gusta también la experiencia de llamarles hijos”. La íntima unión que tienen las religiosas con Jesús, su esposo, es lo que les hace poder iluminar la vida de otras personas y encaminarles para trascender en su vida de fe.
Vocación
La consagración religiosa es un manantial de virtudes de las que el Señor se vale para transformar vidas. Por medio de este servicio, ellas hacen que otras personas puedan sentir su amor.
Votos
Las hermanas religiosas realizan votos de castidad, pobreza y obediencia como una ofrenda de amor para vivir en santa comunión con la congregación que eligieron.
Almas
Como madres espirituales, las religiosas encuentran el sentido profundo de su vocación en las almas que se les ha confiado. Su consagración florece y se une al misterio íntimo con Cristo.