“La Virgen se llamaba María…” (Lc 1,26-38 – IV de Adviento)

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Por: Padre Tony Salinas

Tenemos que decir queridos lectores que la liturgia de la Palabra de este maravilloso domingo IV del Adviento, se podría titular bien: “En busca del verdadero templo”. La inquietud del rey David de construir un templo para YHWH se revierte en la iniciativa del mismo Dios que asume en primera persona la voluntad de hacer Él mismo quien levante una dinastía perpetua en donde more su presencia para siempre.

Implícita es la referencia a las palabras de Natán  (2Sm 7,1-5.8-12.14.16) el retrato que Lucas nos ofrece de María, la madre del Mesías. Ella, en efecto, aparece simbólicamente como la nueva Sión, la ciudad que en su interior hospedaba el Templo.  Pero, en ella la presencia divina es plena y definitiva.

Sobre la colina de Sión de la Jerusalén histórica se levantaba el signo vivo de la presencia de Dios en el espacio, el Templo santo amado por los hebreos. Con la encarnación María se convierte en la nueva Sión en cuyo interior  no hay un templo de piedra y de madera de cedro como era el de Salomón, sino el Templo perfecto de la carne de Cristo: “El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,14). En el seno de María se revela en plenitud la presencia de Dios a través del Hijo. Por tanto, sobre ella se extiende la sombra del Altísimo (cf. Sal 91,1-2).

La protección amorosa de Dios se vuelve ahora total, directa, no ya confiada al signo del humo de los sacrificios que se hacía en el altar del templo. En María está el que es verdaderamente refugio, amparo y fortaleza para toda la humanidad. En este domingo donde la mirada de todos se posa en el misterio de la Virgen Madre, comprendemos que toda la liturgia es un canto de Cristo. En la tradición oriental existe un célebre modelo de icono llamado “la Virgen Hodighitria”, esto es, de “Aquella que nos señala el camino”. María no nos presenta sólo el camino de una existencia pura, totalmente consagrada a Dios, sino que nos muestra también la meta final decisiva, la del encuentro con su Hijo, Dios, pero también hermano nuestro, que en Navidad nace de sus purísimas entrañas.

 

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