La tau, un símbolo franciscano

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La Tau “T” es la última letra del alfabeto hebreo. Decimonona letra del alfabeto griego, que corresponde a la que en el nuestro se llama “te”. Pero es también una señal o signo, todo un símbolo franciscano.

San Francisco profesaba una profunda devoción al signo Tau, del que habla expresamente el profeta Ezequiel, y al que se refiere implícitamente el Apocalipsis. Con ella firmaba cartas y marcaba paredes, y sanaba heridas y enfermedades. En el ánimo de Francisco pudo influir el discurso con que Inocencio III abrió el Concilio IV de Letrán, la cruz en forma de tau que llevaban los monjes antonianos sobre el escapulario, la liturgia y el arte sagrado. Para el Santo, la Tau, como la cruz cristiana, era signo de conversión y de penitencia, de elección y de protección por parte de Dios, de redención y de salvación en Cristo. Esto último según lo enunciado por la enciclopedia del directorio Franciscano.

La Tau no es un amuleto mágico, mucho menos es un fetiche, ni un juguete cualquiera, no da buena suerte ni hay que colgarlo porque “trae el bien”.

Por lo que este símbolo de fe y de la comunidad Franciscana debe ser conocido y considerado como, el signo concreto de una devoción cristiana, pero sobre todo un compromiso de vida en el seguimiento de Cristo pobre y crucificado, siendo el reconocimiento del cristiano, es decir, el hijo de Dios, y por qué no  un signo de poderosa protección contra el mal.

Según nos cuenta la historia, San Francisco de Asís, por la semejanza que la Tau tiene con la cruz, tuvo mucho cariño a este signo, tanto que éste ocupó un lugar relevante en su vida y también en sus gestos.

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