Una de las emociones que se presenta después de varias semanas que una mujer ha vivido un aborto es la ira, que puede iniciar con deseos profundos de llorar interminablemente pero luego es como un fuego que todo lo quema, es un sentimiento de rabia que explota y se apodera de todo el cuerpo.
La ira es ciega, y lo único que busca es salir, explotar como un volcán y acabar con todo. Es como abrir una caja de Pandora donde se desatan todas las furias.
La ira tiene una manifestación física, todas las emociones viven en el cuerpo y lo transitan, pero la ira suele hacerlo con tanta intensidad que parece un demonio que lo domina. De ahí que furia se derive de fervere: hervir, locura, arrebato, demente, extravío violento. Es como un volcán en erupción imposible de parar y que acaba con todo. Literalmente, si te posee la rabia, no te reconoces. Nadie quiere ver un estallido de ira, por eso se reprime. Y tan malo es el estallido descontrolado como su represión, por eso en conveniente encontrar maneras de canalizar la ira.
La ira en sí no es mala, sino que es una emoción que nos puede llevar a actuar y poner límites apropiados. Es un sistema de alarma del cuerpo que nos advierte que nos lastiman o nos pueden lastimar. El problema, y esto viene con el aborto provocado, es cuando la ira pasa de ser una emoción o estado pasajero a un estado del ser. Cuando la ira se hace actitud habitual, enojo permanente contra el mundo, los demás y tú misma te lleva a un infierno de interrogantes: ¿Por qué tuve que pasar por esto? ¿Por qué elegí lo que elegí?
Como estado del ser, la ira va unida íntimamente a la culpa, al miedo y a un sufrimiento que no queremos ver, porque es mucho más fácil obstinarse en ella que abrazar tus miedos y afrontar tu herida.
La ira relacionada con la culpa te invita a descubrir el desequilibrio que un aborto crea en tu sistema de creencias. La ira relacionada con el miedo te habla de lo que perdiste y no te atreves a reconocer.
La oración puede ayudarte a sentir paz, la oración es uno de los medios principales por los que recibimos el Espíritu Santo, que produce en nosotros paz, paciencia y autodominio.
Busca momentos donde puedas encontrarte cara a cara con Dios, visítalo en el Santísimo Sacramento, siente su presencia y así como El pudo calmar la tempestad, también puede calmar la culpa y el miedo que llevas dentro.
Si estás dispuesta a reiniciar tu vida con esperanza y llenarte del amor misericordioso de Dios puedes vivir una experiencia del VIÑEDO DE RAQUEL, un espacio para sanar tus heridas producidas por un aborto.
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(Fragmento tomado del libro Cartas intimas después de un aborto voluntario)