Los jóvenes de hoy enfrentan un gran reto que les exige descubrir o redescubrir su esencia y misión en la tierra. Desde la infancia, se les demanda una perfección intelectual, lo que los expone a una presión considerable. Sin embargo, se ha descuidado un aspecto crucial: Lo espiritual. No se puede fragmentar la experiencia de un joven, especialmente en una etapa tan significativa; requieren un acompañamiento genuino para integrar plenamente su vida.
Por su parte, el entorno y los ejemplos que observan influyen enormemente en su desarrollo. Ante las múltiples exigencias, descuidar lo espiritual provoca una falta de coherencia e integración en su vida. La verdadera integridad proviene de la armonía entre lo que sienten, piensan y expresan. Esto les otorga una identidad segura en el mundo. La coherencia de vida junto con la evangelización deben ser cultivadas diariamente, esforzándonos por mantenernos fieles a la perfección a través de los pequeños detalles que mostramos como individuos, los cuales pueden servir de motivación para los demás a través del testimonio.
Evangelización
El Padre Alberto Enamorado, Asesor de Pastoral Juvenil Arquidiocesana de Tegucigalpa (PJA), menciona que es esencial atender todas las áreas humanas, incluida la espiritual, que lamentablemente ha sido descuidada. Acompañar el proceso de crecimiento desde la infancia, fortaleciendo cada aspecto, permite que los jóvenes enfrenten sus inseguridades y miedos con esperanza y fe, viendo los errores como oportunidades de crecimiento humano y espiritual. De la misma manera, es crucial evitar ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”, mencionó Ericka Munguía, quien es miembro de la Pastoral Juvenil de la Parroquia San Martín de Porres, asegurándose de que los valores que aprendemos de Jesús, como el respeto, la humildad, la sencillez y la misericordia, se reflejen en todos los aspectos de nuestra vida: académica, familiar y personal.
Coherencia
Por consiguiente, para garantizar la coherencia y velar por los jóvenes, es necesario brindar apoyo y comprensión en lugar de juzgarlos. “Debemos mostrarles que tienen amigos y compañeros de camino que desean lo mejor para ellos, transmitiéndoles una visión de vida humana y espiritual que les permita crecer y aprender día a día”, mencionó el presbítero. Por su parte, la joven Ericka, expresa que el esfuerzo constante implica pensar cada día en que nuestra vida debe ser un reflejo del Evangelio, conforme a lo que Jesús nos enseñó, y aplicarlo para influir en los demás a través de nuestro testimonio de vida.
La coherencia de vida implica mantenerse firme en nuestras decisiones, incluso cuando las tareas parecen simples de realizar pero pueden resultar desafiantes de ejecutar. Debemos recordar que nuestras acciones pueden ser armas que tanto pueden destruir como fortalecer, apuntó Munguía.