Homilía del Señor Arzobispo para la Vigilia Pascual

“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Mc 16, 1-7)

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Esta es la pregunta que se hicieron las mujeres que iban al sepulcro muy temprano para embalsamar el cuerpo de Jesús…, es también nuestra gran pregunta esta Noche Santa… “¿Quién nos correrá la piedra?” “Tres mujeres se dirigen al sepulcro muy temprano, el primer día de la semana al salir el sol”. Estas mujeres que iban al sepulcro, no pensaban en la resurrección, pero amaban a Jesús. No habían previsto quién les quitaría la piedra del sepulcro, pero amaban al que estaba detrás de ella…

Estas mujeres amaban por encima de todo. El amor (simbolizado en los aromas), era quién las conducía hacia el sepulcro muy temprano. Las mujeres fueron las primeras que entraron en el sepulcro. Y se preguntaban en el camino: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Aquella piedra enorme que las mujeres no se sentían con fuerza para remover, representa lo definitivo de la muerte: todo había terminado.

El sepulcro de Jesús estaba bien cerrado, con una piedra enorme; esa piedra puede ser representativa de todas las piedras sepulcrales y de todas las piedras que aplastan la vida de los seres humanos y nos paralizan. Las mujeres se preguntaban: “¿Quién nos correrá la piedra?”. Eso, ¿Quién curará nuestras heridas? ¿Quién nos librará de nuestras esclavitudes? ¿Quién nos hará superar nuestros miedos? ¿Quién nos sacará de nuestros pesimismos y de nuestras tristezas? ¿Quién nos abrirá caminos de gozo, de esperanza y de un verdadero sentido a nuestra vida? Estas preguntas son como piedras que aplastan en nosotros la vida y la esperanza.

Y en este camino resulta que, “vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande”: Esta es la primera sorpresa: La piedra estaba corrida; es decir, el poder de la muerte se quebraba. No lo olvidemos, la piedra está corrida y la tumba abierta para siempre. Y desde aquel momento ya, todas las piedras de todos los sepulcros, no sirven para nada, ya todas las piedras de todos nuestros sepulcros pueden ser removidas…, porque la fuerza del Resucitado las puede remover, puede abrir nuestras tumbas que nos impiden vivir con sentido nuestra vida humana. La segunda sorpresa es que estas mujeres se encontraron también a “un joven vestido de blanco”.

Este joven, vestido de blanco (el color de la vida), que ellas no reconocen, es Jesús Resucitado, que les dice: “No tengan miedo. ¿Buscan a Jesús, el Nazareno, el Crucificado? Ha resucitado. No está aquí.” También para nosotros hoy es esta gran noticia: Ha resucitado. Está vivo. Este anuncio del joven a las mujeres es para todos nosotros en esta noche: Ha resucitado. Tú, Señor Resucitado, que has vencido a la muerte danos tu paz.

Que en esta noche de tu triunfo sobre la muerte la humanidad encuentre en Ti la luz y la fuerza para oponerse a todo lo que niega la vida en nuestro mundo. Con la Resurrección de Jesús la vida empieza a tener un sentido nuevo. El Resucitado está con nosotros y en nosotros para siempre. Ningún ser humano está solo. Nadie está perdido nunca en esta tierra. Ningún grito deja de ser escuchado. El Resucitado es una presencia que aporta una paz y una esperanza a nuestra vida. Ustedes, buscadores/as de esperanza, recuerden bien que esta noche es “clara como el día”, está iluminada por la Presencia del Resucitado.

Hay esperanza para los pobres, los marginados, los crucificados de la tierra. Hay esperanza para todos. Que podamos abrirnos a Ti que eres la Vida, la Fuente de la Verdadera Vida y el colmo de la alegría que nadie podrá arrebatarnos jamás. El joven vestido de blanco les recuerda a las mujeres: «Él va por delante de Ustedes a Galilea. Allí lo verán». Para «ver» al Resucitado hay que volver a Galilea. Al Resucitado no se le puede «ver» sin volver a la Galilea de nuestra realidad. En esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Para percibir al Resucitado en medio de nosotros necesitamos ahora la vuelta a nuestra vida ordinaria, (a nuestra Galilea), a la vida de nuestras relaciones, de nuestros trabajos, de nuestras familias, pero con una esperanza renovada en nuestro corazón.

Jesús Resucitado viene a nuestro encuentro en esta Noche de Pascua como vino a las mujeres. Que podamos recibir su Presencia y decirle: Señor Resucitado, tu presencia amorosa elimina nuestra soledad y llena de sentido nuestra vida. Gracias Señor, porque en Ti hemos resucitado todos.

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