En Honduras celebramos en el domingo siguiente al 6 de enero la fiesta de la Epifanía, que nos es otra que la misma fiesta de Navidad, puesto que el nacimiento de Jesús es la manifestación de Dios a todos los pueblos. “¿Dónde está el rey que acaba de nacer?”, preguntan en Jerusalén los Magos llegados de Oriente. La cuestión encierra al menos tres grandes afirmaciones: que Jesús es el verdadero rey; que a él es quién hay que buscar y no a otro; y que Cristo siempre renace en las personas que lo adoran con sincero corazón. Nos vamos a centrar en la afirmación de que “Jesús acaba de nacer”.
Curiosamente, son gente lejana las que traen esa noticia. Desde lejos han visto una luz que los ha puesto en camino. Para caminar necesitamos ver una luz en el horizonte. Si solamente tenemos luz cercana, veremos para no tropezar, pero no para orientar nuestro caminar. A veces, queremos tener la seguridad plena para ponernos en camino. Pero la vida es un hermoso viaje que se paraliza por los miedos y se activa por la fe. Aquellos magos se dejaron sorprender por una pequeña estrella, salieron de sus comodidades y seguridades, para arriesgarse en un largo camino atraídos por la luz del Niño que acaba de nacer.
No sabemos cuántos días habían pasado, pero para aquellos hombres era un nacimiento reciente. Muchas personas viven hoy la Navidad como algo lejano y caduco, pareciera que para algunos Jesús hubiera muerto al poco tiempo de nacer. Sabemos que le espera una muerte en sacrificio, cuando todo esté cumplido. “Acaba de nacer” significa, para el creyente, Jesús está vivo, sigue cercano, pobre y vulnerable. El Niño, recién nacido, nos llena de ilusión y esperanza, y ese gozo fundante se difunde en cada generación por el anuncio del Evangelio. Evangelizar no es un método, sino un anuncio explícito acompañado del testimonio de vida cristiana.
¿Y en qué consiste hoy un testimonio creíble? En algunas de las cualidades de aquellos personajes: 1) El mundo sigue necesitando personas que abran caminos nuevos. Buscadores de la verdad. Seguidores de la estrella. 2) En un ambiente con tantos mensajes, hemos de volver a proclamar con valentía la Palabra de Dios, y enseñar a escucharla. Nuestros tiempos necesitan “aprender a escuchar”, y -como le decía el eunuco a Felipe- ¿cómo aprenderán si nosotros no les damos ejemplo? 3) Y, en tercer lugar, creíbles seremos cuando nos vean inclinarnos ante Dios y mantenernos firme frente a las seducciones de la carne. El silencio, la contemplación y la adoración son tesoros que necesitamos recuperar.
Por último. “Acaba de nacer” es algo que debe ocurrir dentro de nosotros cuando venimos a Misa. Una presencia transformadora nos llena y nos transforma en la presencia de Jesús eucaristía, como ocurrió a aquellos magos al entrar en la cueva de Belén, cuando la estrella se apagó porque ya habían encontrado el sol. Después de Belén nada es igual, por ello aquellos hombres regresaron por otro camino, como nuestra vida después de encontrar a Jesús.