Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado”, nos dice Jesús en este 5° domingo de Cuaresma. En “la hora de Jesús”, según San Juan, coinciden dos aspectos: la glorificación y la exaltación, que se refieren a su vez a la cruz y la resurrección. De hecho, el evangelio tiene dos partes, unidas por “la hora”.
Una hace referencia a la entrega del grano de trigo, mientras que la otra salta a la escatología, es decir, más allá de los límites de la muerte. El tiempo y su final no son dos realidades desconectadas, sino que “la vida entregada en el servicio” nos une a la vida entregada por Cristo, y con él a su triunfo. Quién sigue a Jesús correrá su misma suerte. La preocupación de Jesús, consciente de lo que humanamente le espera, nos recuerda al momento de “Getsemaní”.
Pero a la vez que muestra su angustia, es perseverante en aceptar totalmente la voluntad del Padre. No hay dudas en Él, seguirá hasta el final. No tiene miedo a morir porque no tiene miedo a amar. En camJn12, 20-33 Mons. José Vicente Nácher Tatay C.M. Arzobispo de Tegucigalpa bio, nosotros, tememos amar y por eso tenemos miedo a la muerte. En la pasión de Jesús amor y muerte están unidas.
El amor le lleva a dar su vida, y al morir nos ama hasta el extremo. Esto no es un juego de palabras, porque desde aquel día la opción está hecha: abrazamos el amor eterno, que nos libra de la muerte eterna. Su amor eterno nos gana la vida eterna. Y aquí estamos nosotros, ante esta decisión, guardar nuestra vida nosotros mismos, o darla a Jesús, para que la guarde con Él y la resucite con Él. En otras palabras, lo que las lecturas de este domingo previo al de Ramos nos piden es muy serio: morir a cualquier amor distinto, para vivir en el amor de Jesús. Difícil decisión. ¿pensamos, cómo dejar algo bueno? ¿Cómo optar solamente por un amor? Pero ahí están las palabras de Jesús: “quién viva preocupado por su vida, la perderá”.
En verdad es una cuestión de fe, aunque también de sabiduría. Nosotros sin Él no alcanzamos a cuidarnos como nos conviene. Queremos y no sabemos, lo intentamos y no podemos. Cristo es el que sabe bien lo que nos conviene e intercede por nosotros sentado a la derecha del Padre. Un amor basta, el de Jesús, porque contiene en sí todo amor y toda capacidad de ser amado. Elegir el amor de Jesús es el “quedarse con la mejor parte”, la que llena de alegría y certeza todos los demás amores. Por ello, necesitamos morir a todo amor desordenado, para renacer al amor de Dios. Ha llegado el tiempo, “la hora”, se aproxima ya la Semana Santa, su significado nos ha sido resumido hoy por Jesús: “si el grano de trigo no muere, es imposible que nazcan frutos, pero si muere, da muchos frutos”. Jesús lo aplica a él como anuncio, y lo aplica a nosotros, como invitación.