Homilía del señor Arzobispo para el XX domingo del Tiempo Ordinario

“Decían que Jesús estaba trastornado” (Mc 3, 20-35)

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Decían que Jesús estaba trastornado. Aunque suena muy fuerte, los Evangelios recogen este pensamiento sobre Jesús. Más aún, eran sus familiares los que lo decían. Y los maestros de la ley aún peor, le acusaban de tener dentro a Belzebú. Es decir, que expulsaba los demonios, pero con el poder del príncipe de los demonios. En definitiva, el mal, siempre trata de dividir. Ahí radica la fuerza de los malos, en confundir a los buenos. Por ello, los hombres y mujeres de buena fe, hemos de estar unidos y no escuchar las voces que nos quieren engañar.

Nosotros sabemos quién es Jesús, Él es el Hijo de Dios que vence el mal a fuerza de bien. Él, y solo él, es nuestro maestro y modelo. No hay otro camino que la persona de Jesucristo, lo demás es engaño y acaba en muerte. Esa es la invitación libre y consciente que se hace a todo cristiano: pensar y actuar como Dios, no como los hombres. Esto significa muchas veces rechazo e incomprensión social. No nos sorprenda pues, si como a Jesús, también a nosotros nos miran con extrañeza o nos toman por chiflados por perdonar, por escuchar, por esperar… Pero tranquilos, no somos nosotros los equivocados, sino los que confían en las ideologías y poderes de este mundo y rechazan a Dios. Las lecturas presentan un triste “No nos sorprenda pues, si como a Jesús, también a nosotros nos miran con extrañeza o nos toman por chiflados por perdonar, por escuchar, por esperar” Mc 3, 20-35 actor secundario: al demonio, príncipe de la mentira.

Desde el inicio trata de desvincular a la creatura de su Creador. Y como por la recta vía no es posible, lo hace con engaño y mentira. Muchas veces el peor de los males es creer que la falsedad es la única manera de ser y actuar. Cuando a alguien le repiten muchas veces algo, si no está atento, terminará por creérselo también él, de manera, que acaba comportándose conforme a la falsedad que le atribuyen. El demonio eso hace.

Trata de engañarnos, de decirnos que con Dios no se puede vivir bien, y que es “endiosándonos”, como alcanzamos un mejor vivir. Justo lo contrario de la verdad, pero a veces tiene éxito por pura insistencia. El Papa Francisco lo dice mucho: con el diablo no se dialoga, no se negocia. Al diablo hay que desenmascararlo y rechazarlo del todo, sin medias tintas. Claro, esto es algo impensable para muchos, por lo que volvemos a la supuesta locura de Jesús, que debe ser nuestra referencia. La necedad de Dios es más lúcida que la inteligencia de los hombres, dirá San Pablo.

Y todo esto hermanos, es en definitiva lo que el Evangelio nos propone cada día. Fiarse de Jesús es una opción, y fiarse de este mundo es otra distinta. Ambas no son compatibles, sino divergentes. Benditos sean los “locos de Jesús”, porque en ellos habita la sabiduría divina. Si a usted lo que le preocupa es el “qué dirán”, acabará pensando como ellos. Si a usted lo que le interesa es conocer la voluntad de Dios y seguirla, entonces está en el buen camino, continúe, no le importe la opinión de los hombres, sino la del Señor.

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